Capitulo 2: La profundidad narrativa
–
¿Eh? ¿Quieres ser escritora? – Preguntó su amiga, de cabello negro y brillante,
poseedora de unos profundos ojos verdes en un rostro redondo, simpático y
amigable. – ¿Y eso?
–
Es simple – Repuso Alice, rascándose la mejilla. – ¿Has leído alguna vez un
tecno libro? ¡Son impresionantes!
–
Por supuesto que lo son, soy una coleccionista total de “Lovely Magazine”, una
revista donde todas las escritoras escriben únicamente romance y no se aceptan
hombres, pues no logran captar “la escencia del amor”, según su creadora.
–
¡Tiempo! Claudia… ¿te gusta el romance?
–
Por supuesto, ¿te sorprende?
–
Eh… – Se encogió de hombros, desviando la mirada. – E-es solo que no pareces el
tipo de chica que…
–
¿Por qué dices eso? – Cuestionó Claudia, en tono ofendido. – ¿He hecho algo
para que pienses que no me guste el romance?
–
Bueno… el otro día metiste la cabeza de mi hermano al escusado… sin razón
alguna…
–
Quizás me guste tu hermano y lo haga por tener contacto con él…
–
Claudia… tiene 5 años.
–
Bien… de acuerdo, quizá no sea del tipo femenino, sentimental y expresivo… pero
cuando leo romance siento muy lindo. ¿Sabes? Existe una chica en especial en
Lovely Magazine apodada por todos como “Mint”,
que tiene una historia muy adorable llamada amor
por ruedas, te lo juro, se las arregla para hacerme sentir las sensaciones
de la protagonista de una forma tan realista que no puedo dejar de leer… creo
que soy adicta a la menta.
–
Un momento… – Murmuró Alice, acomodando conceptos. – Dices que ella en especial
te hace sentir mejor que el resto… ¿No significa eso que la historia
sencillamente te gusta más que las demás?
Claudia
arqueó una ceja, incrédula.
–
¿Quieres ser escritora y no sabes nada acerca de la profundidad? – Acusó
Claudia, irónica.
–
¿Qué pasa? – Preguntó Alice, confusa.
–
Bien… tú y yo tenemos que ir a dar una vuelta al café de Don Gambino.
Sin
decir más, Claudia atrapó a Alice con su mano y se la llevó a rastras, casi con
apuro.
–
¿Qué es el café de Don Gambino? – Preguntó, aún más confusa la joven, que aún
con su confusión se dejó llevar por el brazo guía de su amiga que la arrastró
hasta la salida de la residencia.
–
¡No hagas preguntas y sube a mi auto!
Así
se hizo, las dos jovencitas montaron en el viejo y sucio auto de Claudia (el
cual olía bastante extraño. Claudia acusó a un almuerzo que tiró por accidente
dentro de la puerta del copiloto cuando aún estaba en la escuela primaria, y
Alice prefirió no indagar en detalles). Tomaron rumbo en dirección desconocida
para la joven escritora, 10 minutos después se encontraron en una casa de
ladrillos bastante rustica con unas escaleras subterráneas del mismo material. A
la pared, un letrero con luces de neón que decía “abierto” señalaba el camino a
seguir hasta la entrada del establecimiento.
Como
detalle curioso y peculiar de los alrededores, este pintoresco lugar se
encontraba cubierto de impresionantes rascacielos e impresionantes paisajes
empresariales. Sin embargo, se sostenía en píe como una rosa nacida entre el
asfalto, y a cada dos por tres se veían nuevos clientes ingresando dejando ver
el fructífero negocio que era para sus dueños.
–
Bienvenida al café de Don Gambino – Anunció Claudia mientras entraban al
establecimiento. – El lugar donde muchos escritores publicados y no publicados
vienen a pasar el rato.
Era
verdad, el lugar asemejaba el aspecto de un colonial bar escocés, la música
tranquila daba cortina de relajación a lo que era un extenso establecimiento de
al menos 40 metros cuadrados de mesas repletas de gente de todo tipo y de todas
etnias charlando de forma civilizada y tranquila. Esto no se aplicaba para
todos, algunos discutían molestos y continuamente daban golpes en la mesa,
otros tantos firmaban autógrafos y se veía al fondo incluso a un grupo de
debate donde cada bando defendía su punto de vista sobre algún tema de ballenas
o algo así.
–
impresionante… – Alice admiró embobada cada cuadro singular en escena, no podía
creer lo que veía; y es que era fascinante, ¿Cómo es que nunca antes había
escuchado de un lugar tan impresionante? – ¿Cómo es que sabes de este lugar?
–
Bueno… ya desde hace un tiempo atrás que soy una fanática de Lovely Magazine,
te lo dije, ¿No? Bien, a veces organizan sesiones de autógrafos y entrevistas,
y en una de esas juntas fue que conocí este lugar… y mira, estamos de suerte…
el dueño está libre en este momento.
Sin
dar tiempo a una respuesta, Claudia tiró del brazo de Alice y la llevó hasta la
barra de bebidas, en la que un viejecillo de aspecto bonachón, con cabellos y
bigote blanco limpiaba con paciencia un vaso de cristal, apenas se percató de
que Claudia estaba de visita sonrió con alegría.
–
Ah, Claudia, cuánto tiempo sin verte – Dijo el viejecillo, con una voz paternal
cargada de paciencia y sabiduría. – Ya tengo el nuevo volumen individual de
Mint y también he conseguido uno para ti, ¿Lo quieres?
–
¡¿En serio?! – Exclamó Claudia. – ¡Si quiero, si quiero!
–
Sabes… Mint en persona vino a entregármelo y me ha dado dos volúmenes
autografiados, por eso supuse que te encantaría… ya le he hablado de ti y dice
que muere por conocerte… también se ha disculpado por no haberse podido
presentar en los eventos de la revista, dice que el trabajo la tiene vuelta
loca.
–
¡MINT SABE QUE EXISTO! – Exclamó, dando saltitos como si acabase de enterarse
de que Barbra Streisand deseaba adoptarla, pero recuperando compostura
instantes más tarde al recordar su objetivo principal. – Ah… ahora que me
acuerdo, no le he presentado a mi amiga… ella es Alice y según me acabo de
enterar quiere ser escritora de una revista semanal, ¿Puede creer que no lo
sabía y eso que es mi mejor amiga de toda la vida? En fin, me he dado cuenta de
que no tiene idea siquiera de lo que es la profundidad narrativa, así que la he
traído con usted para que le muestre lo básico.
–
Ah, ya veo… una novata apasionada, ¿Eh? – Preguntó Gambino, mirando con interés
a la jovencita, que ahora se había puesto roja cual tomate por ser exhibida en
su ignorancia. – El problema a veces es la desinformación, pero ya que has
venido estaría encantado de enseñarte algunos principios básicos… eh… ¿Por qué
no me acompañan un segundo al librero del piso de arriba?
–
Claro, andando. – Apuntó Claudia.
–
¡Damián, voy al piso de arriba, encárgate de la barra unos minutos!
De
la puerta trasera ubicada en la barra apareció un chico alto con gesto de pocos
amigos, asintiendo con seriedad al viejecillo, que sin decir más, se encaminó a
la salida del establecimiento, seguido por las chicas.
Subieron
nuevamente a la superficie por las mismas escaleras donde recién habían
ingresado para después caminar hasta la casa de ladrillos, Gambino la abrió con
su llave y dio permiso a las chicas de entrar a aquel lugar que, nuevamente
justo como en el café, la descripción no era nada común.
Era
una casa de dos pisos común y corriente, con su respectiva cocina, su baño, su
sala, su comedor y sus cuartos… la única peculiaridad era que no se podía saber si la casa tenía paredes;
estaba rodeada de gruesos libreros de roble en toda su extensión. No existía un
solo espacio libre, todo estaba cubierto de libros, Alice nunca había visto
nada igual, para ella era en definitiva la biblioteca más grande que había visto
en su vida.
–
Eso es… WOW… eso… – Se quedó sin palabras, sencillamente era fascinante.
–
¿A que es impactante? – Preguntó Claudia, entusiasmada. – Esta es la colección
privada del señor Gambino, son tecno libros que ha ido reuniendo poco a poco
con el paso de los años.
–
Cuando me casé con mi amada Teresa, hace ya 50 años – Explicó el viejecillo. –
Nos dimos cuenta de que amábamos tanto la lectura que era algo a lo que valía
dedicar la vida… es por eso que fundamos el café y no dejamos de leer incluso
ahora que nuestros ojos están cansados… O no, ¿Teresa?
–
Ah, veo que has traído a la adorable Claudia… ¿Cómo estás cielo?
Desde
el segundo piso se podía apreciar a una viejecita con el mismo aspecto bonachón
de Gambino, en su cansado rostro llevaba unos gruesos lentes de fondo de
botella y sonreía con alegría desde su lugar en un sofá de piel extenso.
Sostenía incluso en ese instante, un libro entre sus manos.
–
Muy bien, señora Gambino… ¿Y usted, qué tal?
–
Pues me tienes como loca leyéndome a la tal Roberta
la desgraciada de la revista Creepypasta
que tanto me recomendaste la vez pasada… debo decir que no sabía que tuvieras
unos gustos tan bizarros, queridita.
–
Oh, ¡No señora Gambino! – Tranquilizó Claudia, agitando las manos. – ¡Yo le he
recomendado a Mint de Lovely magazine! Esa que usted dice ni idea de quién
será.
–
Ah, entonces fue mi error – Bufó la viejecita, socarrona. – ¿Y quién es tu
amiga, cielo?
–
Ella es su amiga Alice – Se adelantó el señor Gambino, con voz templada. – Y
quiere ser escritora, así que hemos venido para mostrarle algunos conceptos
básicos, ¿Por qué no tomas algo para demostrar las distintas profundidades en
la narrativa, bajas y me ayudas con esto?
–
Ah, ya veo… entonces denme un par de minutos. Mientras tanto, prepara té para
nuestras invitadas y déjalas tomar asiento.
Así
se hizo. Alice y Claudia esperaron pacientemente sentadas en la sala mientras
nuestra protagonista paseaba su mirada por toda la casa, aún le era increíble
estar presente ante una postal tan increíble, el saber que existían personas
tan apasionadas a la lectura le daba un poco de ansiedad, ¿qué pensarían los
señores Gambino si leyeran su tan criticada historia que la llevó a fracasar en
su primer intento de publicación? Le tembló la espina de solo imaginarlo; si un
editor en entrenamiento la hizo pedazos, un par de expertos como los dos
ancianos, sin duda trapearían el suelo con su pobre pellejo novato.
–
Aquí está el té – Anunció el señor Gambino, dejando sobre la mesita de centro
una charola plateada con tazas de té, una tetera y varias galletas. – Y aquí
está el nuevo volumen individual de Mint, para Claudia…
De
su brazo izquierdo, el señor Gambino entregó a Claudia un libro de color rojo
con la leyenda “Amor en ruedas” escrita en tonos dorados y sobresalientes,
Claudia entró en estado de shock y se quedó acariciándolo como si fuese una
mascota durante tiempo indefinido.
–
Y aquí están los ejemplos – hizo lo propio la señora Gambino. – Para comenzar
te voy a pedir que te leas este primero… se llama “El perro de Flandes versión
no mientas, Doctor”
Era
un libro muy delgado color negro, sin portada ni dedicatorias ni índice en sus
inicios, algo nerviosa, Alice comenzó a leer.
La historia trataba como el clásico cuento infantil
trágico, excepto que el perro en esta ocasión era un demonio total, al final
los padres del protagonista deciden mandarlo a dormir y cuando el doctor
anuncia que está muerto, el perro despierta y le muerde la cabeza.
–
¿Huh? ¿Eh? – Murmuró Alice, mirando de un lado a otro, volviendo en si al mundo
real.
–
¿Qué puedes decir de esta historia? – Preguntó el señor Gambino.
–
Bueno… fue algo raro… más bien bizarro… no sé… fue extraño…
–
¿No te sentiste asustada por el extraño comportamiento del perro Flandes? ¿No
te asustó lo que hizo? Digo, cuando un perro hace tales fechorías y es
condenado a la muerte es normal asustarse… ¿No?
–
Bueno… no sé explicarlo… fue perturbante en el aspecto de que alguien
escribiera sobre esto pero… no sentí nada… no pude siquiera sentir que lo leí
en verdad.
–
Ah… muy bien… – Murmuró la mujer, tranquila. – Ahora lee este por favor.
Nuevamente
era un libro negro, sin portada y sin nada más que el texto. Obediente, Alice
inició su lectura.
Se encontraba en un abismo, perdida, olvidada,
condenada… nadie la extrañaría… pues nadie la conocía… nadie nunca lloraría una
sola lagrima por ella pues su cuerpo inexistente no era suficiente para lograr
abatir alguna alma piadosa como existen miles en el mundo material…
desgraciadamente ella nunca perteneció… sencillamente no existió ni en ese
mundo ni en ningún otro, era claramente existió solamente en un sueño que nunca
fue soñado… ella quedará condenada a la soledad tremenda que es el nunca haber
existido, para siempre… para siempre…
–
¡NO! – Gritó, agitando la cabeza, hiperventilando y tratando con todas sus
fuerzas de gritar para escapar, Claudia la abrazó con fuerza hasta que se
percató que estaba de vuelta, pero pasaron varios segundos para que lograra
recuperarse de su sobresalto.
–
¿Qué puedes decir de esta historia?
Gambino
miraba a la chica con seriedad, Alice no pudo sostener la mirada y la desvió
hacia el ahora cerrado marco del libro que aún sostenía en sus manos. Aún
hiperventilaba, aún le costaba recuperar su calma.
–
Fue aterrador… sentí cada sensación que provocaba la no existencia… nunca
estuve más asustada antes… fue terrible… realista y terrible…
–
Bien… entonces la diferencia entre “el perro de Flandes versión no mienta
Doctor” y “triste historia de
inexistencia” yace en que una no te hizo
sentir nada y la otra te hizo sentir, ¿No es así?
–
Así es… – Asintió la chica al instante, tragando saliva. – así fue.
–
Bien… – Comenzó Don Gambino. – Quien escribió el perro de Flandes versión no
mienta Doctor fue mi sobrino Arthur en su edad violenta, a los 14 años… su
narrativa es pésima, su historia carece de sentimiento alguno y claramente de
ortografía sabía muy poco. Solo escribió algo sádico porque tenía ganas de
hacerlo, y para conmemorar su primera historia mandamos hacer este tecno libro.
Me alegra que te haya servido para comprender la diferencia de profundidades
que puede existir en la lectura según la calidad de la narrativa; cuando una
historia posee sentimiento, estructura, estilo, narrativa y ortografía
superior, mejor será su efecto. Y viceversa, si se escribe con habilidad nula,
es natural que la gente no logre disfrutar tu lectura como tal, incluso con una
tecnología tan fascinante como lo son los tecno libros… ¿Entendido?
–
Eso es impresionante… – Alice, con la mirada aún desviada seguía saboreando en
su mente las abismales diferencias entre cada historia, y en definitiva conocía
cual extremo de ambas era el ideal para llegar a ser un escritor de elite. – Señor…
¿Puedo saber quien ha escrito triste historia de inexistencia? También está en
color negro y sin índice ni nada… eso significa que también fue mandado a
hacer… ¿No?
–…
de hecho, esa historia la escribió nuevamente mi sobrino Arthur, un año después
de que escribiera el perro de Flandes.
Alice
abrió los ojos de par en par, ¿Era posible que el autor de ambas historias
fuese el mismo? ¿Tanta diferencia se podía conseguir en tan solo un año? Daba
mucho que pensar… era probable que ella en ese momento tuviera el mismo nivel
que el sobrino del señor Gambino tenía en sus inicios, ¿Le tomaría un año
solamente en evolucionar a tales dimensiones? Aunque por otro lado, un año era bastante
tiempo y también cabía la posibilidad de que aquel chico fuera un diamante en
bruto, después de todo claramente había sido criado bajo el ala protectora de
la lectura y su situación era preferible a la de nuestra protagonista… debía
intentarlo, tenía que mejorar en menos de un año y le era necesario para ello
practicar sin detenimiento.
–
Señor Gambino… señora Gambino… – Alice observó a ambos, con fuego decisivo ardiendo
en sus ojos claros, tanto como sus objetivos. – Yo deseo ser publicada en ALE,
quiero ser publicada en la famosa asociación de lectores y escritores y para
ello necesito aprender a escribir tan bien como su sobrino y mejor aún… ¿Le
molesta si vengo para mostrarle mis mejoras y a recibir más consejos de ustedes
en un futuro?
¡TOP 10 DE LA SEMANA DE ALE!
1. – Memorias perdidas – Ten
Zero
2. –La leyenda del rey dragón – Ten Zero
3. – Bella agente
secreto – Ten Zero
4. – Lagrimas del Dios de la muerte – Ten Zero
5. – El príncipe oscuro – Ten
Zero
6. – Coleccionista de paraguas – BENKA
7. – Horneando el amor – Arwen
8. – Relatos del Fénix pensante – Cronos
9. – Juegos
de azar – ArmedHeart
10. – Un
nuevo… ¿inicio? – Yah
No hay comentarios:
Publicar un comentario