6
de Marzo (Luis)
La
gente bondadosa abunda en el globo, gran parte de las personas que conozco lo
son… tristemente la cifra no logra llegar al 100%... al menos, no en mí caso…
en caso de que alguien pueda presumir lo contrario, le cambio mi lugar.
Nací con una debilidad anormal en la columna
vertebral, apenas cuando era un bebé y comenzaba a animarme a dar mis primeros
pasos tuve un colapso del cual nunca pude volver a levantarme, en realidad, con
frecuencia me pregunto cual habrá sido mi distancia total recorrida ese día.
Desde que tuve el más básico uso de la razón, mis
padres comenzaron a llevarme con un psicólogo y otros especialistas para evitar que mis limitaciones afectaran de alguna forma en mi autoestima y en mi
desarrollo, es comprensible ¿cierto? Supongo que es inevitable al ser padre no
preocuparse por tú hijo inválido teniendo en cuenta que hay un mundo salvaje allá
afuera. (Por cierto, ¿se han dado cuenta siquiera de lo hiriente que es esa
palabra? Pero bueno, eso es historia para otro día).
En fin, estos psicólogos, doctores, especialistas y
demás, se encargaron de decirme una y otra vez hasta el cansancio que sin
importar que tan distantes fueran mis capacidades de las de los otros niños, yo
debía de sentirme justo como ellos y de tratar a toda costa de adaptarme a mi
manera para no ser aislado ni hacerme daño a mí mismo. Me gustaría aprovechar
este medio para decirles a todos ellos que estaban brutalmente equivocados;
nunca debieron tratar de enseñarme a ser igual a los demás cuando es algo
imposible. ¿Ah, no me creen? Bueno, grandísimos genios, me gustaría desafiarlos
a todos ustedes a jugar a las traes con
una maldita silla de ruedas que se atasca en la arena y cuya delicada
estructura se abolla al más mínimo golpe significativo y peor aún: que en caso
de perder el control se transforma en una perdición total tanto del juego como
de mi movilidad. ¿Ya no suena tan extrema mi aseveración, cierto?
Mi punto aquí es el siguiente: no debieron tratar de
hacerme sentir igual a los demás, debieron concentrarse en trabajar conmigo
para lograr adaptarme al medio aún siendo distinto, hacerme comprender a tiempo
que ser igual a los demás no era posible, pero que si era posible formar parte
del mundo aún siendo distinto.
No se preocupen por lo que pude haber sufrido con
sus malas palabrerías, a partir de mi primer o segundo año en la selva de
cemento comprendí su error y me dediqué a seguir mis propias lecciones. Me
aparté del grupo generalizado y me dediqué a co-existir sin causar ni causarme
problemas; hice amistad con quienes se me acercaron y demostraron amabilidad
ante mis limitantes, reí y traté de no molestarme con quienes no poseían la
delicadeza o fibra moral necesaria para tratarme, busqué apoyo en los que
comprendían mi situación y me resigné. Dejé de acomplejarme por algo que nunca
tuve ni podría tener y con la vista en alto (y a la altura de la cintura de los
demás, cabe decir) seguí adelante.
En realidad, si lo pienso del lado positivo, esta
deficiencia me ha entregado a cambio la capacidad de madurar más rápido que los
demás; imaginemos que el camino hacia la madurez definitiva es una escalera que
todos debemos subir escalón por escalón (me parece que sobra explicar que las
velocidades del recorrido pueden variar dependiendo los casos individuales),
bueno… yo en vez de joderme con los escalones, estoy usando la rampa para
discapacitados a un costado de la escalera, y con la misma he subido mucho más
rápido.
Pero así como se vale pensarlo del lado positivo,
también existe la posibilidad de pensarlo en una forma negativa; y para ser
justos debo hacerlo: no importa que tan rápido vaya yo subiendo hacia la
madurez definitiva, pues mientras siga siendo joven las personas en mi entorno
también lo serán… tristemente, hay gente joven que aún se encuentra en los
primeros peldaños o no se le pasa por la mente siquiera de dar el primer paso.
Volvemos al asunto de la adaptación… señores
psicólogos, trabajadores sociales, educadores de educación especial y
orientadores… si saben cómo he de lidiar con personas que no son capaces de
entender que dejando la silla de lado soy tan humano como ellos… es hora de que
me lo expliquen, que yo seriamente lo necesito… no logro comprender como es
posible que incluso teniendo un perfil bajo, haciéndome a un lado
constantemente, abriéndoles paso para que puedan caminar libremente y pidiendo
tranquilidad no les sea posible dejarme en paz.
Si hay alguien que conozca una forma de encontrar el
pacifismo ideal en su entorno teniendo mis limitantes… en serio, en serio busco
una respuesta.
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