La sonata de la mujer de los
cabellos rubios (tercera parte y final)
Ellie
(2005, Texas)
―… Entonces, por esas 300
razones y muchas más estoy segura de que Jack Sparrow va a ser el gran héroe de
“piratas del Caribe: el cofre de la muerte”.
― ¿Vaya que te pones
apasionada cuando de películas de Johnny Dep se trata no? ― Bufó Zack, con una
risilla sorpresiva. ― Aunque no estoy del todo convencido de que tú razón #1
sea completamente valida.
― ¿Por qué dudas de esa
razón? ― Pregunté, soltando un manotazo de rechazo al aire. ― Es la más
importante de todas.
― Pues, no creo que su nivel
de heroísmo en esa película vaya a ver aumentado solo porque “es muy guapo”.
Zack y yo caminábamos por la
calle aledaña a la escuela, no era muy tarde, serían las 11:30 de la mañana e
íbamos con dirección a su casa. Los motivos, eran que el muy torpe se había
olvidado de llevar su cambio de ropa para hacer ejercicios, cuando fui a
sacarlo de la cafetería durante el descanso, lo primero que hizo fue tomarme
por el brazo y decirme que lo acompañara para evitar que lo regañara, y bueno,
más o menos le funcionó, pues inmediatamente después se puso a hablar de
piratas del Caribe y terminó desviando mi atención completamente al punto en
que mi enojo pasaba a ser cualquier cosa.
― Tú que vas a saber de factores
heroicos ― Espeté. ― Seguramente supones que la tontuela hija del juez va a ser
la heroína solo porque es muy bella.
― Pero por supuesto que ella
va a ser la hero… ¡Oh rayos! ― Exclamó Zack, tomándose el bolsillo de su
pantalón. ― ¡He olvidado las llaves de la casa en el bolsillo de Junior!
― ¿En el bolsillo de Junior? ¿Y qué hace en el
bolsillo de Junior?
― Me la pidió en la mañana
para abrir la puerta de la oficina de Feeney y sacar un poco de carne seca.
― ¿Feeney tiene carne seca
en su oficina? Más importante que eso, ¿Tienen las llaves de la oficina de
Feeney? Si que les tiene mucha confianza, ¿no?
― No realmente ― Negó,
dándose la vuelta. ― Le sacamos una copia a escondidas. Escucha, voy a correr
con todas mis fuerzas por las llaves y regreso, ¿bien? No me tardo nada.
― Está bien ― Accedí,
caminando hasta un árbol cercano. ― Te espero en la sombra.
Zack se fue como toda una
saeta en línea recta en su camino de regreso a la escuela. Era bastante veloz,
no me sorprendía como era que nunca lo atrapaban en sus fechorías con esa
velocidad.
―
¿Así que carne seca, eh? ― Murmuré, tomando asiento en el césped.
¿Cómo fue que las cosas
terminaron de esa forma? ¿Ahora Zack y yo caminábamos hasta su casa teniendo
amigables charlas y de pronto yo estaba bien con su alianza mafiosa con el
subdirector de la escuela? ¡Apenas el mes pasado yo me quejaba de ese sucio
acuerdo que ellos mantenían! ¿Sufría problemas de bipolaridad? ¿O tal vez era
una hipócrita que pensaba que las cosas inapropiadas estaban bien cuando era un
amigo quien las hacía? Esperen un momento… ¡¿Ahora Zack Mosh era mi amigo de
nuevo?!
Suspiré. Había tanto sin
aclarar en mi mente y sin aclarar a voz hablada que ya no sabía ni en donde me
encontraba parada. Sabía que en algún momento Zack y yo tendríamos que hablar
oficialmente para arreglar nuestras diferencias, así como también sabía que eso
conllevaría a que estuviéramos oficialmente en buenos términos para así poder
comenzar a darme cuenta si en verdad yo sentía algo por él…
Sonaba bastante simple si se
describía de esa forma, pero de planear a actuar existe un gigantesco abismo,
rebosante de sentimientos parecidos a la inseguridad, al miedo, a la vergüenza
y demás… simplemente, el solo pensar en decirle a Zack “tenemos que hablar de
lo que pasó” me erizaba la piel y daba escalofríos por todo el cuerpo. Mi
cobardía era protagonista en la batalla que se daba en mi mente.
Me preguntaba si Zack
estaría en las mismas que yo. ¿Estaría él pensando en si ahora estábamos
completamente bien? ¿Sabría que aún nos quedaban asuntos pendientes a tratar?
¿O era un despistado e imaginaba que ya estábamos en términos perfectos? Esta
última opción me parecía un tanto absurda, pues Zack no era conocido
precisamente por tener poco tacto, igual: dadas las circunstancias, no podía
descartar opciones.
― ¿Qué haces ahí con cara de
loca? ― Preguntó una voz conocida al frente. Levanté la mirada, era Rocko,
conduciendo su auto. Me miraba con un rostro divertido. ― ¿Has decidido pedir
limosna aquí aunque casi no pasa gente?
― Muy gracioso ― Reí con
sarcasmo. ― Espero a Zack, lo acompañaré a su casa por ropa para ejercitarse…
¿y tú por qué no estás en la escuela?
― En realidad, he pedido
permiso para salir temprano. Tengo algunos… eh… asuntos que atender, así que
voy a casa a recoger a mi madre. ¿Y acompañarás a Zack? ¿Zack Mosh? ¿Ese del
que te la pasabas quejándote antes?
Rió al ver mi expresión de
derrota al no encontrar como responderle. Me encogí de hombros.
― Déjame ― Le pedí, en tono
juguetón. ― Ni yo misma puedo explicármelo…
― Bueno, al final la verdad siempre sale a
flote.
Abrí la boca, impresionada.
― ¡Vaya, vaya! Ronald Chuck,
¿eres tú el que habla? Creo que es lo más sabio que te he escuchado decir desde
que te conozco.
Soltó una risotada exagerada
en sarcasmo y aseveró su rostro al instante.
― Por cierto, Ellie… ¿Te
gustaría ir a algún lado el sábado? Ese día me pagan en el trabajo y he llegado
a la conclusión de que ando de humor para pasear un rato por los centros
comerciales con una chica rubia.
Reí.
― ¿Y ya que no encontraste
rubias candentes has venido con tú amiga rubia promedio?
― Para nada, eras mi primera
opción. ¿Qué me dices?
― ¡Suena bien! ¿Por qué no
invitamos a los demás? ― Sugerí, entusiasmada. ― A Karla, a Steve, a…
― En realidad estaba
pensando más en una cita, dos personas.
Me petrifiqué, mi rostro no
tuvo siquiera la oportunidad de esbozar sorpresa, vino de un lugar
completamente inesperado… creo que me quedé en silencio por unos 90mil años.
―… No tienes que responder
ahora ― Apuntó Rocko finalmente, haciéndome respirar aliviada. ― Así que puedes
volver a abrir esos pulmones.
― Gracias, lo siento, pasa
que me tomó por sorpresa y…
― Sólo piénsalo, ¿Bien? ― Se
puso sus lentes de sol e hizo un saludo con su dedo índice. ― Nos vemos luego.
― Claro ― Agité la mano,
cómo una despedida nerviosa. ― Suerte con tú asunto.
Rocko aceleró el motor de su
auto y se perdió entre las calles aledañas. Dejándome completamente aturdida.
¿Qué rayos acababa de pasar?
― ¡VOLVÍ! ― Gritó alguien a
mi costado. Pegué un salto de la impresión que me despegó del suelo. Era Zack,
respiraba agitado y me miraba con seriedad. ― Vo-llegué, Ellie… llegué.
― Eso fue rápido ― Observé,
sacudiéndome la cabeza ligeramente y poniéndome de pie con ayuda de su mano. ―
Eres bastante veloz, no te tardaste nada.
― ¿Ese era Rocko? ―
Preguntó, levantando la cabeza con supuesta naturalidad.
― Así es, era él ― Asentí,
dando un paso al frente. Indicando que siguiéramos nuestro paso. ―
¿Continuamos?
― ¿Ah sí? ― Caminó un tanto
acelerado hasta emparejarse conmigo y reguló paso. ― Pues yo ahorita me topé
con Elizabeth… por eso me tardé tanto.
― Pero si no te has tardado
nad…
― ¿Tú y Rocko están
saliendo? ― Preguntó al instante, interrumpiéndome.
― Si Rocko y yo estamos
saliendo no es de tú incum…
― Lo digo porque Elizabeth y
yo estamos saliendo… de hecho, ahora que me encontré con ella me ha dicho que
quiere que la lleve al cine…
¡Uf! Directo al pecho. No
recuerdo si en ese momento no supe a que se debía el daño por aquel comentario
o si preferí negarlo a toda costa… solo recuerdo que no estaba dispuesta a
perder… y que en cierto momento, antes de lanzar la primera piedra pensé “¿pero perder en qué?”
― ¿Ah sí? ― Pregunté, con
falso y venenoso interés. ― Pues Rocko y yo estamos saliendo, justo me acaba de
invitar el sábado a pasear por un centro comercial solos él y yo.
― ¿A-ah sí? M-me alegro
mucho por ti ― Sonrió. ― U-ustedes dos hacen una excelente pareja.
― Podría… decir lo mismo de
Elizabeth y tú…
El silencio cubrió
enteramente a nuestro alrededor. Cómo caminábamos por una zona residencial era
natural que el silencio predominara al paso, y a lo mucho el poco constante
seseo del viento llenaba los espacios de nuestra falta de habla.
Repentinamente estaba herida
con Zack. Estaba molesta con él y deseaba soltarle un golpe en el brazo por
hacerme sentir de esa forma… pero por otro lado, me faltaba el valor para
encararle o como mínimo darme la vuelta para mirarle a los ojos… era frustrante
tener ganas de gritarle y enojarme con él a mis anchas pero no tener una razón
valida para lograrlo… sabía que tenía que tragarme mi orgullo (y lo que fuera
que estuviera mezclado con el mismo) y hacer como si nada hubiera pasado.
― Creo que los dos estamos
experimentando el romance de la adolescencia a flor de pie entonces, ¿no? ―
Preguntó, como si estuviese pensando exactamente en lo mismo que yo. Solo que
el muy torpe no escogió un comentario acertado para reiniciar el dialogo. Un
cambio de tema hubiese sido mucho mejor elección.
― Eso creo ― Asentí,
forzando una sonrisa. ― Tal vez luego podamos… tener una cita doble o…
― ¡Definitivamente! ―
Accedió. ― Será genial, dos amigos, con sus dos citas y… si, será genial…
genial…
Suspiramos al mismo tiempo.
Intercambiamos miradas y acto seguido un par de sonrisas.
― ¡No me copies mis
suspiros! ― Le reñí, cruzando mis brazos y empujándole ligeramente con el
hombro.
― Desde mi perspectiva, yo
suspiré un par de milésimas antes que tú, así que tú eres la que debe dejar de
copiarme…
Una vez dejamos de hablar
del asunto de las citas, nuestras charlas retomaron su ritmo habitual. Aquel
ritmo que me hizo entrañar con nostalgia aquellos días en que Zack y yo solíamos
ser amigos cuando ya no lo éramos. Con él, las conversaciones eran
completamente fluidas; ya que los dos teníamos una mente rápida para juntar
ideas, podíamos tener charlas en forma de lluvias de ideas una tras otra sin
parar durante un buen tiempo, era algo que yo nunca antes había logrado
conseguir con nadie más… quizás al lado terco de mí por aquellos tiempos le era
un poco difícil admitirlo, pero Zack y yo teníamos una química innegable.
Prueba irrefutable de ello, nuestras enormes conversaciones.
Charlamos animadamente hasta
que llegamos a su casa. Insertó la llave en el picaporte y giró de ella. Me
miró con sorpresa.
― Está abierta… que extraño,
mi mamá trabaja hasta la tarde. ― Abrió la puerta y caballerosamente me invitó
a pasar antes de pasar él. Acepté y di un par de pasitos tímidos dentro de la
celebra residencia Mosh.
No había pasado mucho tiempo
desde la última vez que estuve ahí, así que los cambios no eran enormes: seguía
habiendo un baño al costado de la entrada, unas escaleras que daban al segundo
piso, una sala a la izquierda y al frente la cocina pintada con una enorme
variedad de colores vivos al estilo hispano. A la derecha, una sala con una
televisión grande, dos sillones largos y uno personal al centro.
En dicha sala, había muchas
personas… algunos de esos rostros, completamente nuevos para mí. Todos me
miraban con la misma sorpresa que yo a ellos.
Entre ellos reconocí a la
señora Mosh, en su regazo descansaba una niña pequeña de largos cabellos
rizados. Ya que estaba dormida, no fui capaz de verle el rostro.
― Señora Mosh, buenos días ―
Saludé. ― ¿C-cómo está?
― ¡Ah, hola hija! ― Saludó
la señora Mosh, levantándose del sillón con mucho cuidado para no despertar a
la niña. Se acercó a mí y me dio un pequeño abrazo. ― No te veo desde aquella
fiesta, ¿dónde estabas escondida?
― Esos estudios que la
arrebataron de nuestras garras, madre ― Bufó Zack, que recién iba entrando.
Tomándola por el hombro. ― ¿Qué haces aquí tan temprano?
Zack comenzó a caminar en
línea recta, con dirección a la cocina, cuando miró a la sala, quedó
petrificado.
― Pues me llamó Kevin al
trabajo diciéndome que había venido tú hermano para hablar y me tomé un
descanso.
Zack no escuchó a su madre,
se quedó mirando en dirección a la sala con lo que primero fue neutralidad…
paso a paso, comenzó a convertirse en descontento.
― Zack, hijo, tranquilo.
Solo vienen a hablar.
Perdí el aliento, asustada…
las facciones que Zack comenzaba a esbozar en su rostro eran enteramente nuevas
para mí, tanto en él como en nadie más… nunca había visto a alguien tan
molesto. Pude notar como sus hombros se tensaban y sus ojos comenzaban a
cristalizarse.
Corrí el riesgo de mirar
también a la sala para ver quién podía tener a Zack de esa manera… casi sentí
que me desmayé cuando vi a aquel sujeto pasado de peso, con el cabello oscuro y
canoso, vestido con un pantalón kaki y una polo roja con un estampado que no
alcanzaba a distinguir… él era el mismo sujeto que golpeó a Zack el día de su
fiesta, cuando mi madre y yo le llevamos al hospital.
― ¿Z-Zack? ― Le llamé, con
la voz partida y débil. Apenas pudo escucharme, pero igual se volvió conmigo.
Fue como si su rostro se dulcificara al instante, no obstante, aún se notaba en
él un enojo inconmensurable.
Sacudió un poco su cabeza y
parpadeó en demasía. Se tomó la frente con una palma y se acercó a mi
lentamente.
― Escucha, Ellie… voy a ir
por mis cosas, tú espera afuera y ya salgo, ¿bien?
― Zack, ¿A dónde vas? ¿No
vas a saludar a…
― No, mamá ― Se negó,
pegando un sprint hasta las escaleras y subiéndolas sin esperar respuesta.
La mamá de Zack me tomó por
el hombro. Me estremecí por la sorpresa.
― Lo siento… ¿vas a ir con
Zack a algún lado?
― T-tenemos que entrenar en
la escuela ― Asentí, con timidez. ― Pero olvidó su ropa de hacer ejercicio aquí
así que…
― Cuídense mucho, ¿Sí?
― Sí señora, no se preocupe.
― Después de esto, voy a tener que preocuparme
― Sonrió. ― Y tú también vas a tener que cuidármelo.
No supe que responder, así
que me limité a sonreír.
Zack no tardó mucho en
bajar. Cuando lo hizo, se acercó a mí, me tomó de la mano, y sin voltear a ver
a su madre nos sacó a ambos de su casa como si estuviésemos huyendo de algo.
En el camino de regreso,
Zack estaba completamente callado. Su rostro no parecía denotar ni una pizca
del enorme enojo que hacía unos minutos recién había demostrado, ahora en
cambio, se le notaba en los ojos una especie de neutralidad pensativa y azul…
pareciera que estuviera triste, pero no lo suficiente como para llorar o como
para pedirle ayuda a alguien… se le notaba distante, y yo sabía en donde estaba
su mente en realidad. ¿Tendría yo el valor de sacarlo a tema?
Recuerdo que el camino de
regreso a la escuela se me hizo más largo que nunca… tenía tantas cosas que
quería decir en ese mismo momento, pero no dije ninguna de ellas… tenía todo el
tiempo de finalmente dialogar con él, pero el miedo fue superior a mi
convicción. Y no saben como me culpé por ello… me dije de todo, traté de
convencerme de que no tendría mejor oportunidad que ella y que daba la
casualidad de que era justo en ese momento que él más me necesitaba… ¿Quién
sino yo, la mejor a la hora de dialogar con Zack Mosh podía ayudarle a sentirse
mejor?
Tal
vez, Elizabeth…
¡Idiota! ¡Ese no era el
momento de ponerse celosa! ¿Por qué tan de la nada la sacaba a tema? Ella no
estaba ahí en ese momento Y YO SÍ. Era hora de que sacara las papas del fuego
¡y no necesariamente porque tuviera sentimientos por él! Él lo dijo antes de
que llegáramos a su casa: éramos amigos. ¿Y los amigos se preocupan por las
situaciones de sus amigos, no? ¿Los amigos hablan de todo con sus amigos, no?
¡Era hora de ser una amiga!
Pero
apenas hace poco empezamos a volver a hablarnos… estoy segura de que no quiere
que alguien que le ha causado tantos problemas se meta en sus problemas íntimos
y familiares cuando apenas acaba de regresar a su vida…
Idiota… idiota… ¡Eso no se
trataba de mí! ¡Hasta alguien con una roca volcánica como sentido común podría
darse cuenta de que en su caminar y pensamiento se denotaban sus deseos de
dejarlo salir! Él en esos momentos no era capaz de ver rostros ni situaciones
ajenas a la que su familia se enfrentaba, ¿Creía yo que él se iba a preocupar
por las pequeñeces de indiferencias que él y yo habíamos tenido en la escuela
cuando en su casa alguien que le había golpeado brutalmente estaba sentado en
el sillón como cualquier cosa? ¡Recuerdo mis dudas en ese momento y me da
rabia! Incluso por aquellos años, que yo no conocía todo lo que Zack era en
realidad, sabía que tenía que hacer algo. Pero mi maldita cobardía obraba como
cadenas de barcos atadas al muelle, y entre la inseguridad, los celos, el
miedo, la duda y la precaución, se nos fue todo el camino de regreso a la
escuela. Cuando menos me di cuenta, ya recorríamos los pasillos del edificio
principal.
― ¡Estúpida, di algo! ― Dije
para mis adentros, mientras veía como Zack giraba la cabeza en distintas
direcciones. ― ¡Se te va a ir la oportunidad, di algo, lo que sea!
― Z-Zack ― Murmuré. En voz
tan baja que no me escuchó.
― ¡Pero dilo más fuerte! ―
Pensé nuevamente, con deseos de correr hasta los casilleros para golpearme
contra ellos hasta abollarme la cabezota.
― Ellie ― Se volvió hacia
mí. Me estremecí. ― Voy a cambiarme a los baños, si gustas podemos vernos en el
gimnasio ya.
― Ok ― Asentí. Aunque por dentro
lo que decía era “¡quiero que sepas que te apoyo y que pese a todo lo que hemos
pasado te sigo considerando un gran amigo!”. ― Entonces te espero allá… y oye…
― ¿Mmh? ― Dulcificó su
rostro. ― ¿Qué pasa?
¡Rayos! ¿Cómo no me había
preparado para responderle? Solo me preparé para decirle “oye” sin esperar nada
a cambio. En reprimenda a mi poca preparación, me tardé como 10 segundos en
responderle, y cuando finalmente lo hice, fue trabándome y en voz baja y
avergonzada.
― ¿E-e-e-estás bien?
― ¿Bien? Ah… lo dices por lo
que pasó en mi casa, ¿cierto?
Asentí, con timidez. Tal vez
no de la forma decisiva que a mí me hubiera gustado pero finalmente había
logrado llegar al tema de conversación al que quería llegar.
― Esa es… una larga historia
― Soltó una sonrisa cansada. Dando a entender que el tema le dolía y que no era
el momento para hablarlo. ― Pero no te preocupes por ello, estaré bien. Prometo
que no será una distracción para las prácticas.
― ¡No lo dije por eso! ― Me
adelanté al instante, impresionándome a mi misma por la rapidez con que
reaccioné en esta ocasión, ¿tanto me importaba que él malinterpretara mi
preocupación? Incluso la pregunta es un tanto tonta, lo sé. ― Es solo que…
bueno… sé que te tiene molesto y quería que supieras que puedes hablarlo
conmigo si quieres… yo… yo soy buena escuchando.
Suspiró, como si estuviera
aliviado de escuchar mis palabras.
― Gracias Ellie, aprecio
mucho eso… pero no es algo que quiera hablar. No me lo tomes a mal. Pero
agradezco tus buenas intenciones… prometo acudir a ti cuando quiera hablar de
algún problema. ¿Bien?
Me sentí un poco ofendida.
Pero tenía que respetar que no todos éramos un libro abierto, ¿cierto? Y el que
Zack se comportara de forma tan franca y abierta conmigo (aún si no habló
conmigo del problema como tal) me tranquilizó, y más aún lo hizo el saber que
él ya sabía que podía contar conmigo.
― Está bien entonces… ¿Nos
vemos en el gimnasio entonces?
― No me tardo ni 5 minutos…
Dicho esto, me dio la
espalda y caminó hasta el baño de hombres. Yo me di la vuelta y marqué paso
hasta donde quedamos… ahí ya nos estarían esperando todos.
(2007, Texas)
― No quiero esperar 55 años
para estar a tú lado… de hecho, no quiero esperar ni un año más sin estarlo…
Ellie… nuestra ceremonia de bodas tendrá una persona menos, pero sigue siendo
nuestra ceremonia de bodas.
Sonreí y parpadeé con
encanto y regocijo, deslicé mis brazos hasta sus hombros y pasé mi cabeza hasta
su hombro. Suspiré, aliviada. Me sentí culpable por alegrarme tanto justo
después de que le hubiera ofrecido un tiempo para pensarse nuestro compromiso,
pero era inevitable: después de arriesgarme a quedarme sola en un momento tan
crítico, el que Zack no hubiera cambiado en su decisión de casarse conmigo fue
una dosis de tranquilidad.
― ¿Ocurre algo? ― Me
preguntó, con esa voz preocupada que ya comenzaba a hacerse característica en
él. Cuando estaba a punto de preguntarle por qué preguntaba, me percaté de que
estaba sollozando en bocanadas ahogadas y que de mis ojos se derramaban
lágrimas a rienda suelta. Negué sin decir nada, raspando mi barbilla contra el
saco de su traje y me separé de inmediato.
― Lo siento, por poco y
ensucio tú traje. ― Reí, mezclando mis sollozos con la risa. Él se mostró
dubitativo a mi comentario, tenía que ser más convincente para no darle
preocupaciones. ―… Y no es nada, es que de pronto fue como si volvieras a
proponerme matrimonio, y me he vuelto a poner igual de feliz que la vez
anterior.
― Vaya, esto de tenerte
feliz hasta las lágrimas se está volviendo algo habitual, ¿no? Tal vez deba
proponerme más seguido en ese caso.
― Si hicieras eso se
volvería algo repetitivo, ¿no crees? ― Sonreí, satisfecha a que la tensión se
alejara de la atmosfera. ― Quiero decir, estoy segura de que en cierto momento
esto de aceptar casarse contigo perderá aunque sea un poco de chispa.
― Bueno, no necesariamente
tengo que proponerte matrimonio ― Levantó las piernas y las puso sobre la
banca, separándose un poco de mi, pero reponiéndolo con una inclinación al
frente. ― Puedo probar por ejemplo, proponerte a comer uno de esos pescados que
tienen queso y marisco dentro y que a ti te da miedo probar.
― ¡Odio el pescado, lo
sabes! ¡Jamás aceptaría a comer eso!
Hubo un poco de silencio
antes de que Zack retomara la palabra, esta vez su tono cambió polarmente,
ahora había dejado el juego a un lado y me miraba con seriedad.
― Oye, aún tenemos muchas
cosas de las que no hemos hablado… y tenemos que hacerlo tarde o temprano.
Me quedé paralizada.
¿Hablaba de lo que pensaba? ¿Karla le había contado? Decidí intentar hacerme la
desentendida, si tenía suerte tal vez podría llegar a puerto seguro sin crearle
muchas angustias innecesarias a Zack… más en este día no podían hacerle ningún
bien.
― ¿De qué cosas hablas? ―
Pregunté, intentando con todas mis fuerzas no dejar en claro lo muerta de miedo
que estaba.
― Bueno… ― Miró al frente,
siguiendo con los ojos a un automóvil que iba pasando. ― Hemos acordado
casarnos, pero no hemos hablado de nuestros planes.
― ¿Planes? ― Tragué saliva. ―
E-eso es verdad… creo que algo simple estaría bien, con los familiares y amigos
más cercanos y…
― Hablo de lo que haremos
cuando estemos casados ― Interrumpió. ― ¿Sabes? He estado pensando mucho
últimamente en eso de que fuiste aceptada en Houston y…
― Wow, Zack, eso es… ― Lo
tomé por los hombros. ― Tendremos muchos gastos, debemos conseguir una casa,
comprar muebles, fundar un nuevo hogar… y además está nuestro sueño de ir a Los
Ángeles… la universidad es muy cara… no creo que nosotros podamos permitirnos
eso.
― No es algo que recién se
me haya ocurrido ― Apuntó, sin parpadear. ― He-he pensado mucho en ello… tú
padre tiene razón, Ellie… no podemos ser tan soñadores y esperar a que todo nos
salga tal cual esperamos, si queremos construir una vida juntos, tenemos que
pensar en lo mejor para ambos, y eso estoy haciendo contigo… creo… sé, que lo
mejor para ti es estudiar.
― ¿Hablaste con mi papá de
mi futuro? ― Pregunté al instante, arqueando una ceja con descontento. ― ¿Por
qué hiciste tal cosa?
― No fue algo que yo tenía
planeado, fue durante la obra de Chelsea, él me preguntó si íbamos en serio y
yo le dije que planeaba pasar toda mi vida contigo y…
― ¿Le dijiste eso a mi padre
durante la obra de Chelsea? ― Interrumpí, mirando al frente con pesimismo. ―
¡Zack, Zack, Zack! Por aquellos tiempos teníamos el conflicto en casa de que yo
estaba negándome a presentar examen con alguna universidad para ser actriz al
terminar la preparatoria, ¡le tomaste en un momento de sensibilidad! ¡Luego
llegamos al acuerdo de que todo estaba bien!
― Aún si fue en un momento
de sensibilidad, sigo pensando que tú padre tiene razón, Ellie… tienes mucho
potencial, eres muy inteligente… creo que mereces un titulo.
― No vamos a discutir esto
aquí y ahora mismo, ¿De acuerdo? ― Pregunté, severamente molesta, con ganas de
gritar del coraje. ― Hablemos despué…
Guardé silencio, del otro
lado del arbusto enorme se podían escuchar a dos voces femeninas familiares
hablando con voz baja. No bastó mucho análisis para enterarnos que se trataban
de mi madre y de la madre de Zack. Ambos nos pusimos alertas, viéndonos
convertidos de pronto en espías de charlas ajenas.
―… y no es solo eso ―
murmuró mi madre (o al menos se escuchaba como tal gracias a la barrera de
flora que nos separaba). ― Estaría mintiéndote si te dijera que conozco la pena
por la que debes estar pasando, pero lo que si comprendo es que el silencio no
te castiga solamente a ti, también lo hace con tú familia.
― Eva, nos conocemos desde
hace muchos años… creo que ya sabes de sobra que el mostrar mis miserias no es
lo mío, ¿por qué habría de hacerlo en momentos difíciles cuando los míos me
necesitan firme?
― Entonces estás admitiendo
que te lastima la muerte de Chris y que lo estás ocultando por no mostrarte
vulnerable ante tú familia… no has cambiado nada, ¿eh?
― ¡Por supuesto que estoy
dolida! ― Contestó la madre de Zack, airosa. ― ¡Mi primer hijo murió! Pero mi
penar, mis lágrimas o cualquier actitud sombría que salga de mí no va a traerle
bien a nadie, ni siquiera a mí misma. Y los funerales ya son lo suficientemente
duros por si solos como para volverme yo también una carga para los que me
rodean.
― Pero Crystal, esto no se trata de quienes te
rodean o de tus hijos y familiares… cuando estás feliz o triste, es cosa tuya sin
importar los demás, ¡si tienes ganas de llorar tienes derecho y necesidad de
hacerlo justo como cuando estás feliz y te echas a carcajadas! ¿No ves que
retener las cosas no trae cosas buenas? ¿No te ha servido la experiencia para
comprender que el silencio no es un fiel amigo?
― Hago lo que está en mis
manos por ayudar a mi familia, Eva. No para causarles molestias.
― ¡¿Y por qué supones que
ellos no harían lo mismo por ti?! ― Hubo una pausa de silencio frustrante,
incluso para nosotros. ― ¿No crees que con tú silencio les preocupas más?
Nuevamente hubo otro pesado
hiato de silencio, la tensión parecía disfrutar de nuestras desesperaciones.
Zack se apoyó en mi pierna con ambas manos… con su mirada me dio a entender el
mucho pesar que esto le provocaba, tanto el dolor que sufría su madre, como sus
manos atadas al no poder detener su sufrir. ¿Quién puede estar tranquilo cuando
su madre no se encuentra bien? Y si conocía a alguien que no podía soportar ver
a su madre sufriendo sin recordar el pasado y empezar a culparse, ese era mi
novio.
Acaricié sus brazos con mis
manos, en señal de apoyo. Al igual que él, mis manos estaban atadas… ¿Qué se
podía hacer en una situación como esta?
Es complicado de explicar,
ya que fue él quién recibió la “iluminación”. Pero en el momento en que mis
manos hicieron contacto con las suyas, y nuestras miradas se cruzaron en una
sonrisa de solidaridad ante la difícil situación, Zack me abrazó
espontáneamente. Acercó su rostro a mi oído y le besó con delicadeza en la
parte superior. Un escalofrío inundó mi cuerpo entero, haciendo que por un
instante me olvidara de donde estábamos. Luego, con voz pausada, y rasposa,
como siempre cuando hablaba en voz baja me susurró. De una forma tan leve que
solo nosotros dos pudimos escucharlo, aunque era un mensaje que pronto todos
escucharían.
― Hay que organizar una cena
hoy al terminar el funeral ― Fue lo que me dijo, solo recordar el momento en
que lo hizo me llena el vientre de mariposas como si aún estuviéramos en
aquellos días de ensueño. ― Tú familia y mi familia… durante la cena,
anunciaremos nuestro matrimonio.
Pasos de gigante… nada más
útil que pasos de gigante para superar tiempos difíciles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario