(2006, Texas)
“Hogar de retiro de St. Mary”
― ¿UN ASILO DE
ANCIANOS? ― Gritaron todos al unísono (a excepción de Anna) mirándose los unos
a los otros con desencanto. El descontento podía sentirse en el aire ni bien el
autobús se detuvo delante del viejo edificio rodeado por una cerca metálica
bien encadenada; los aires del lugar eran tan grises, tan tristes, que incluso
las nubes oscurecían al acercarse y las flores se negaban a abrirse… bueno, no
sé si llegase a esos extremos, pero según el relato de Zack, así era.
― No es cualquier asilo
de ancianos ― repuso la directora Rita, con una sonrisa de oreja a oreja. ― Es
un hogar de ancianos de caridad que nuestro colegio mantiene en funcionamiento
en base a donaciones y servicios de caridad de nuestros estudiantes por
créditos extras y como materia obligatoria. Tenemos un bajo personal, y es por
eso que los estudiantes son una ayuda inmensa… y ustedes, durante una semana
entera, vendrán a dar servicio social junto con nuestros estudiantes por 5
horas diarias. Bienvenidos sean entonces a St. Mary. ― Al decir esto último, la
directora sacó del asiento frontal del autobús una bolsa blanca de plástico con
los uniformes escolares de su colegio dentro.
― Oh… por favor, no
haga esto señora Rita ― Imploró Zack. ― ¿No es suficiente con hacer servicio
social para ustedes, sino que también quiere vestirnos con sus… ropas de monjas
y sacerdotes?
Una mirada severa bastó por parte de la profesora
para hacer que Junior, Mike, Rocko y Zack se vistieran con los pantalones
negros de vestir, la camisa polo blanca y la corbata roja a rayas doradas, y
Anna se echara encima la camisa blanca, el jumper negro, las calcetas oscuras,
encima un suéter sin mangas azul marino con el sello de la escuela, y una boina
como uno de los muchos accesorios que la escuela tenía permisibles dentro de su
vestuario para chicas.
― ¡Ha! ― Exclamó Anna,
con una sonrisa en su rostro mientras se veía a sí misma moviéndose
de un lado a otro. ― Esto no
está tan mal… no está nada mal…
Los chicos asintieron.
― No está tan mal
quitarse las pulgas de vez en cuando ― Admitió Junior, que ahora incluso
llevaba su cabello relamido hacia atrás y una flor colgando de su pecho (nadie
supo de dónde la sacó, y cuando se le preguntó al respecto, su respuesta fue
“dele calmado chavo”)
― Bueno, si uno está
guapo, se ve bien en todo ― Dijo Rocko, apretando sus brazos para ver como se
mostraban sus músculos en la elegante camisa apretada. ― Podría usar esto por
una semana, sí.
Zack suspiró.
― Bueno, profesora
Rita, estamos listos… ¿vamos? ― Miró de reojo a sus amigos, y asintió. ― Bien,
ovejas… vamos a terminar con esto rápido para volver a la vida que en verdad es
divertida. 5 horas se pasan pronto. De ser posible, no se separen, en compañía
todo pasará más rápido… otra cosa, no dejen que se les pegue el olor a viejo.
De todos, Zack era el único que no se
encontraba ni remotamente emocionado con la idea de pasar un tiempo haciendo
obras caritativas con los ancianos; por parte de Rocko y de Junior, la idea de
pasar un poco de tiempo con alguien mayor les remontaba a los tiempos en que
solían vivir con sus respectivos abuelos, del lado de Anna y de Mike, la idea
de ayudar, era motivadora por sí sola. Y si se le sumaba el hecho de que
ayudaban a personas cuyas vidas bien podrían encontrarse sumidas en la
tristeza, y que además ya iban viviendo sus últimos años de vida (o menos), era
un incentivo tentador para ayudar. Al final, ninguna oveja dijo nada a Zack
sobre lo incorrecta de su actitud, pero intercambiaron miradas que probaban que
ellos iban en un plan completamente distinto al de su líder.
Entraron al asilo en
grupo, pero les fue imposible durar mucho tiempo de esta forma; pronto la
profesora Rita explicó a las trabajadoras del lugar que los 5 debían de cumplir
una condena de 35 horas, y que por ser jóvenes y fuertes, podían cargarse en
ellos para las tareas más difíciles. Pronto, las ovejas fueron dispersadas:
Zack a las bodegas, Rocko al jardín trasero, Anna a limpiar las habitaciones
del ala sur, Junior a la sala de estar, y Mike… bueno---
-Mike, Terry y Lady Agatha-
Mike iba a limpiar baños con la empleada más
grande e intimidante de todas, y que peor humor parecía tener cuando…
― ¡Señorita Flor
Hermosa, espere!
La mujer se dio la
vuelta con violencia y pesadez, ¿Cómo la interrumpían cuando iba a deleitarse
limpiando sanitarios por horas acompañada únicamente por un pelirrojo que
temblaba de miedo?
Mike hizo lo mismo que
la mujer, se dio la vuelta, y quien estaba ahí le sorprendió muchísimo: Terry,
la chica que había escapado con ellos aquella fatídica tarde en que finalmente
serían atrapados con las manos en la masa. Dedicó a Mike una sonrisa y un guiño
jovial antes de dirigirse a la horrenda mujer.
― Me urge un ayudante
alto que pueda quitar las telarañas en el ala norte, ¿le molesta si me llevo a
este chico conmigo? ― Sonrió y ladeo un poco la cabeza con ternura. ― A cambio,
le prometo que mi padre será muy generoso con los bonos este mes entrante… ¿sí?
A la gran mujer se le
iluminó el rostro. No se dijo más, simplemente empujó a Mike hacia la chica, y
se dio la vuelta dando saltos de felicidad.
― Vaya mujer tan
horripilante, ¿no lo crees? ― Rió Terry, abrazándose a Mike con apego por su
brazo derecho. ― ¡ho-la guapo! ¿Me extrañaste? Ni siquiera tuvimos la oportunidad
de intercambiar números por lo rápido que llegó la directora a su escuela…
¡debiste ver la regañada que me puso en el camino de regreso a St. Mary!
Mike no pudo contestar nada, porque como
recordarán en el capítulo anterior, Zack le prohibió hablar. Pero no se
preocupen, tengo un plan para sacar adelante la historia: supongamos que Mike
se movió y se retorció tratando de expresar algo. Y supongamos que luego la
chica dijo:
― Ah, claro… eres mudo
y no puedes decir nada ― Dijo la chica decepcionada, con el rostro notoriamente
triste, pero inmediatamente cambiándolo de un momento para otro. ― ¡Ya sé!
Ahora, imaginemos que
la chica llevaba en su bolso un cuaderno y una pluma, y que se las entregó a
Mike. De esta forma, él podrá expresarse, y contar la historia será posible sin
remover el castigo que Zack le dio.
Mike escribió
rápidamente en el cuadernito, con los ojos llorosos.
“No me valoran suficiente en esta historia,
¡qué bueno que yo en unos meses empiezo con dos mundos!”
― ¿2 mundos? ― Preguntó
Terry y soltó una risilla. ― ¿Pero qué cosas dices, Mike? Mejor ven, vamos a
pasear, te mostraré el lugar.
“Está bien, pero, ¿es necesario que te me
agarres así? ¿No te avergüenza que algún compañero de tu escuela te vea
conmigo, o peor aún, algún profesor?”
― Para nada ― Sonrió la chica, coqueta y
juvenil, y luego agregó, no sin antes instalarse un gesto de penuria tierna en
el rostro. ― ¿A ti sí te molesta?... ¿no será que tienes… una novia por ahí, o
sí?
“Eh… ¿novia? Bueno… no… no tengo novia…”
― Entonces está bien,
¿no? ― Guiñó un ojo. ― Te gusto, ¿cierto? Lo sé, puedo notarlo por cómo se
tensa tu cuerpo cuando te abrazo así… y por cómo me miras.
“u////u no tienes nada de vergüenza tú,
¿eh? Déjame en paz ¬-¬ no es que no me parezcas atractiva ni nada por el
estilo, ¡eres muy linda! Pero a mí ya me gusta alguien que es especial para mí…
lo siento”
― Te has puesto rojito,
y no solo en lo escrito, sino en tu cara también ― Se burló Terry. ― Pues tú a
mí… ― Dejó de hablar, se quedó mirando en una dirección y pasados unos segundos
se echó a correr, separándose de Mike. ― Oye, acompáñame al ala norte, creo que
Lady Agatha intenta hacerlo de nuevo…
“¿Lady Agatha?”
…
…
…
“Maldición, no puedes responder si no lees
lo que escribo u.u”
Mike fue tras ella,
recorrieron el pasillo lateral derecho del patio interno que era el centro de
todo el edificio, y luego subieron unas escaleras esquivando a trabajadoras,
estudiantes y uno que otro viejito. Pasados un par de minutos, Terry se detuvo
delante de una de las habitaciones, en el tercer piso del complejo.
Ahí estaba aquella
mujer. Cabellos rubios, cubiertos de canas pero casi imperceptibles gracias al
aún algo viviente brillo en su bien formada melena peinada en forma de hongo, vestía con un vestido
de noche largo color ciruela, con guantes del mismo color y tacones negros.
Llevaba en una de sus manos un cigarrillo conectado a una pipilla larga. Su
rostro arrogante, estaba clavado a la ventana a un costado de la puerta
cerrada.
― Nos volvemos a encontrar,
Lady Agatha. ― Saludó Terry, llevando sus manos a su cintura, y levantando la
mirada con gesto desafiante. ― Veo que no se rinde fácilmente.
La mujer esbozó una
sonrisa retorcida.
― Es de grandes
perseverar, chiquilla. ― Se perfiló hacia ellos. ― Veo que esta vez trajiste un
perro parado para ayudarte. Aún así seré yo la victoriosa.
Mike casi cae al suelo
de lo doloroso del insulto de la mujer. ¡¿Perro parado?!
― Mientras haya gente
honorable, dispuesta a evitar las fechorías de crueles millonarias como usted
que buscan apoderarse de este hogar de reposo con su fortuna, el mal jamás
triunfará.
― Esta vez no puedes
hacer nada ― Aseguró la mujer. ― Ya he llegado a un acuerdo con los
propietarios del asilo… voy a comprar este lugar, lo derribaré y construiré un
bello hotel vacacional.
Terry frunció el ceño,
y apretó los puños, notoriamente alterada.
― E-eso no es posible ―
Gruñó. ― la fundación de St. Mary jamás cedería ante su sucio dinero… debe
haber algún truco.
― En eso tienes razón ―
Bufó la mujer, entrelazando sus dedos con malicia. ― Ellos piensan que me he
vuelto accionista de su firma y que impulsaré este sitio con obras caritativas
y actividades de bienestar para hacer sentir útiles a los ancianos… ¡pero en
realidad voy a destruirlo!
Mike se sobresaltó; ¿en
verdad estaba presenciando los que podían ser los últimos momentos del asilo?
¿Tan corta sería su carrera como colaborador de la caridad? ¿O es que Terry
podría hacer algo para evitarlo? Según él notaba, al menos así lo aparentaba el
gesto confiado que mantenía la muchacha mientras Lady Agatha hablaba.
La mujer empezó a reír
como una completa súper villana, al menos así lo hizo hasta que se ahogó y no
pudo continuar, luego de casi 3 minutos de recuperación, finalmente el dialogo
de ambas partes pudo continuar.
― ¿No lo ves, chica? ―
sonrío, con unos ojos crueles y fundidos en malsanas intenciones. ― Se acabó,
tú y tus buenas influencias podrán haber salvado este lugar antes, pero en esta
ocasión, yo he ganado.
Antes de que la mujer
pudiese terminar su línea, Terry ya estaba abriendo su propio dialogo. Su
mirada era determinante.
― Con su arrogancia
acaba de sellar su propia derrota, Lady Agatha… verá… ― Sacó su celular de
debajo de su manga. ― Sabía que algo no iría bien… así que grabé toda esta conversación.
Ahora, mostraré lo que ha dicho a los de la fundación, y de inmediato la
destituirán de su cargo. Nuevamente, el orfanato se ha salvado.
― ¡Re pámpanos! ―
Exclamó Lady Agatha, chasqueando los dedos con frustración. ― Podrás haber
vencido esta vez, Terry… pero pronto estaré de vuelta… me haré con este lugar
de una forma u otra.
Se dio la vuelta, no
sin antes dedicar tanto a Mike como a Terry una mirada de rencorosa
desaprobación. Se perdió bajando las escaleras, a paso lento. Mike de inmediato
tomó su plumilla y escribió algo para su acompañante, con rostro consternado
“¿Qué fue todo eso? ¿Luego de casi
apoderarse del lugar, se va así de tranquila? “
Para sorpresa de Mike,
Terry se carcajeó al leer su mensaje, pero fue solo por unos segundos. Antes de
que él pudiese mostrarse ofendido por la reacción de la chica, ella le tomó de
la mano y le llevó corriendo hasta el barandal, señaló hacia los edificios del
otro extremo.
No pasó nada, no había
ni un alma en la dirección en que Terry había señalado.
“¿Qué se supone que
estamos viendo?”
― Tranquilo lindo, solo
dale un momento… no se puede mover tan rápido como antes.
Justo Mike iba a
preguntarle sobre quien hablaba, cuando sacudió su hombro y señaló nuevamente en
la misma dirección: Lady Agatha, caminaba aún notoriamente molesta por los pasillos
del edificio de enfrente. Se quedó sentada delante de una fuente que adornaba
el patio interno del lugar, y luego se metió en una de las muchas habitaciones
del otro extremo… Lady Agatha, era una de las habitantes del asilo.
No hizo falta que Mike pidiera
una explicación, Terry se dio la vuelta, recargándose del barandal, y mirando
hacia las escaleras empezó su narración.
― Agatha tenía 65 años
cuando sus hijos la dejaron aquí, hasta antes de eso, fue la propietaria de un
par de restaurantes y heladerías en la ciudad. Una trabajadora incansable, cuya
mentalidad brillante para los negocios y el liderato fue mermándose poco a
poco, y al ser una mujer terca y enferma, sus hijos finalmente decidieron
hacerla descansar dejándola aquí… claro que ella está completamente en contra
de eso… pero aquí somos varios quienes le entendemos, y es por ello, que una
vez a la semana, le permitimos ponerse sus mejores ropas, y jugar a que aún es
lo que solía ser… la gran Lady Agatha, aquella que vino desde Inglaterra, y se
apoderó de Texas hace muchos años. ― Suspiró, y luego se quedó mirando el
rostro pensativo de Mike. ― ¿Qué piensas? ¿Estás pensando que soy muy rara por
jugar con ella? Yo no…
Pero Mike le detuvo,
colocando el cuaderno delante de su rostro. Él ya tenía listo algo escrito para
ella.
“Lo que haces con esa mujer… tal vez en tu
escuela es obligatorio cumplir ciertas horas en este lugar, pero, no me parece
algo que haría cualquier estudiante… pienso, que eres admirable. Considérame tu
amigo a partir de ahora, por favor.”
Terry se sonrojó por la
fuerza de lo que acababa de leer, sus ojos incluso se cristalizaron un poco y
brillaron de la emoción; retiró el cuaderno que se interponía entre ellos y se
llevó las manos al pecho.
― Me aceleraste toda
con eso, fue muy genial… y cada vez me gustas más, Mike.
Mike tragó saliva, su
rostro entero se tiñó de rojo y desvió leve la mirada, tímido. ¿Qué era esto?
¿Qué acababa de nacer en su pecho? Se daba una vaga idea de lo que podía ser, pero
la respuesta le daba miedo… y mucho más miedo le daba, el hecho de que no podía
recordar el nombre de su mejor amiga, aquella que hasta entonces, era la única
que podía hacerle sentir así.
Terry cerró los ojos, y
mostrando un encantador brillo rojizo en sus mejillas, se fue acercando a él
mientras lamía sus tiernos labios rosados. Mike, cerró los ojos también.
…
…
― ¡ANIMAL, SALVAJE! ¡ME
ATACAN, AUXILIO, AUXILIO! ¡ME AHOGO, AYUDA, AYUDA! ¡CUANDO SALGA DE AQUÍ HARÉ
QUE TE ENCIERREN DE POR VIDA, SOY UNA MUJER MUY PODEROSA!
Terry y Mike se
detuvieron en el momento justo en que sus labios iban a unirse, y miraron al
ala oeste, de donde el grito provenía. Ese era, sin duda, el llamado de Agatha,
y por la gravedad de sus gritos, estaba en un serio aprieto.
Terry y Mike se
pusieron de pie, y echaron a correr en su auxilio.
-Rocko y “el huracán” Fierro-
La tarea que dieron a
Rocko era simple: “usa esos brazotes que te cargas para cortar leña”. El
muchacho, aunque era un rebelde sin causa ante toda autoridad que tratara de
imponerse contra él, era al mismo tiempo un trabajador nato; desde muy pequeño
le gustó la idea de trabajar ya fuera por ganarse un dinero o para ayudar en la
casa, y en esta ocasión, el cumplir su condena para el bien de unos pobres
ancianos no le parecía del todo una mala razón para trabajar, sin rechistar, se
quitó la camisa y corbata del uniforme católico y en playera de tirantes, dio
hachazo tras hachazo a cada trozo de leña que ponía al centro de la base.
Cortar leña se le
complicaba un poco, más por falta de técnica que de fuerza (o al menos de esto
se convenció el mismo al ver como no siempre era capaz de cortar trozos cortos
de leña con solo un tajo), pero para nada iba a dejarse vencer por un montón de
trozos inertes de madera, dominar la técnica se convirtió para él en un reto
personal…reto personal en el que no le estaba yendo del todo bien.
― Maldición ― Suspiró,
agotado. ― Esto es duro… a-apenas han pasado 20 minutos y ya estoy agotado…
― Es porque estás
tomando el hacha de la forma equivocada.
Era una voz gruesa, penetrante,
brusca, directa y hasta algo malhumorada; Rocko se volvió de inmediato en su
dirección para conocer a su acompañante; y quedó verdaderamente impresionante:
era un viejo.
Cabello blanco como la
nieve, rostro oscurecido, ojos cansados color claro, una barba descuidada y lo
más impresionante de todos: un par de brazos imponentemente gruesos colgando de
su cansado torso. El hombre, era un toro. Toro viejo, pero toro al fin.
― ¿Qué forma es la
correcta? ― Preguntó Rocko con desagrado, ¿a quién le gusta que se le corrija? ―
Es un trabajo duro, eso es todo.
El hombre negó con la
cabeza sin responderle, caminó hasta la pequeña cabaña que servía como bodega
para las herramientas y regresó con un hacha de mayor tamaño que la de Rocko, y
notoriamente más gastada. El chico tragó saliva.
― Oiga, abuelo… va a
lastimarse con eso, cuidado.
El hombre le fulminó
con la mirada, pero nuevamente no dijo nada. Se colocó delante de Rocko, frente
al gran tronco que servía de base para cortar, y colocó un trozo mediano de
leña parado. Tomó el hacha apenas debajo de donde conectaban el mango y la
navaja, y cercano a la mitad, echó la herramienta hacia atrás, encorvó la
espalda y con un tremendo tirón de sus brazos dio una fácil tajada a la leña en
dos mitades. Entonces, dedicó una sonrisa a Rocko.
― Impresionante, abuelo
― Admitió Rocko. ― ¿Cuántos años tiene?
― La edad no importa. Y
no soy tu abuelo… mis nietos no tienen un cabello tan horrible.
Rocko soltó una
carcajada instantánea, aún cuando era
una ofensa para él, que el hombre fuese capaz de dejar de lado la seriedad de
un momento a otro sencillamente le causó gran gracia y relajación.
― Esto es la sensación
entre las chicas, abuelo… ― Miró su cabello. ― Usted puede preferir lucir como
un copo de nieve, pero lo mío es distinto.
El hombre negó con su
cabeza en respuesta. Rocko se encogió de hombros, y siguió cortando la leña
como el hombre recién le mostró, y tenía razón: de esta forma, era mucho más
sencillo dar al centro del trozo de leña, y como usaba la fuerza de su espalda
en levantar el hacha, sus brazos solo tenían que enfocar el golpe en el blanco,
el cansancio era considerablemente menor.
Menos de una hora le
tomó terminar de cortar la leña que le encargaron las empleadas del asilo; una
vez terminó, el hombre le ayudó a apilar todas en el área correspondiente.
― Has hecho bien ― Le
congratuló el hombre, sin esbozar emoción alguna. ― ¿quieres un café? Te lo has
ganado.
Rocko asintió.
― Seguro, abuelo.
Vamos.
Caminaron hasta el
pasillo que guiaba hasta los cuartos del ala este; apenas se cruzaron con el
primer dormitorio, el hombre se detuvo y abrió la puerta.
― ¿Este es su cuarto? ―
Preguntó Rocko, aunque era obvio.
― Sí. ― Respondió el
hombre ahorrándose comentarios extras.
Entraron. Era una
habitación algo tenue, no había mucha iluminación; para colmo, las ventanas
estaban cerradas, y ello daba un aspecto algo lúgubre para un lugar tan pequeño
que apenas y contaba con una cama, un baño y unos cuantos muebles delante, como
un buró, un closet y una mesa redonda.
En el buró, y alrededor
de las paredes color crema, colgaban y se posaban muchísimas fotografías; casi
todas en blanco y negro. Rocko tuvo que acercarse a una de ellas con el rostro
casi pegado para distinguir el contenido de la misma. En esa fotografía, una
niña pequeña, de unos 10 años tal vez, sonreía a la cámara vistiendo un tutú de
ballet. Por mero reflejo, Rocko observó el siguiente retrato, aunque gracias al
contenido del primero se encontraba considerablemente desinteresado en lo que
podría contener… se llevó una completa sorpresa.
Un hombre de poco
cabello, pero prominente mustacho, en pantaloncillos cortos, con un par de
guantes en las manos extendidas al viento, y sosteniendo un flamante cinturón
de ganador… aquel en el cuadro, era un boxeador, y no cualquier boxeador… este
estaba siendo aplaudido ante cientos de personas, y por el brillo en sus ojos
podía distinguirse que recién había ganado un reto que le hacía enorgullecerse.
Rocko buscó en otros
cuadros contenidos similares al anterior, y vaya que los encontró: fotografías
de aquel hombre entrenando en el gimnasio, fotografías con contrincantes, con
figuras del boxeo internacional, con los que parecían ser sus familiares, e
incluso una con quien parecía ser su pequeña hija, aquella del primer retrato
con el tutú de ballet.
Conforme rebuscaba en
las fotografías, terminó desplazándose casi hasta el centro de la pared,
delante de la mesa; y fue entonces que pudo verlo en plenitud, delante de él y
aún tan imponente como seguramente había sido hace más de 40 años: el cinturón
dorado del campeón.
― ¿Azúcar? ― Preguntó
el hombre, que desde que llegó se dedicó a preparar la cafetera, y por lo tanto
no se había enterado de la curiosidad de Rocko; más apenas levantó la vista al
no recibir una respuesta, pudo notar el interés del muchacho en el cinturón que
adornaba el centro de su exhibición.
― Es el cinturón de
campeón mundial para peso gallo. ― explicó.
― U-usted fue un
boxeador… ¿y campeón del mundo además? ― Rocko abrió la boca en su máxima
capacidad. ― ¡E-eso es impresionante!
El hombre no respondió,
pero Rocko pudo notar como por vez primera, sus labios esbozaban una sonrisa.
¿Satisfacción? ¿Orgullo? O tal vez… ¿nostalgia?
― Yo practico Box ―
comentó Rocko, esperando extender su charla del tema. ― Pero solo a nivel
amateur, nada comparado con lo suyo.
― Así se empieza ―
respondió el hombre al momento, entregándole un vaso desechable con café
caliente dentro. Estaba amargo, sin azúcar, pero Rocko se lo bebió igual. ― Yo
fui amateur hasta los 29 años, aunque claro, por esos tiempos no había mucha
diferencia entre los amateur y los profesionales. Ya decía yo por tu físico que
seguramente eras boxeador. Tenemos un tronco muy similar.
Era verdad, Rocko y
aquel hombre en las fotografías, tenían un cuerpo muy parecido; brazos largos y
bordeados de músculo, dedos largos, pero apilados en un puño tosco, rostro
serio, semblante decidido… ciertamente había similitudes a simple vista, más
allá del gran bigote que usaba el señor.
― Me llamaban el
“huracán” Fierro… mi carrera fue corta, pues nunca tuve muy buena defensa, y mi
ojo izquierdo no pudo más con la tortura; pero me alcanzó para un campeonato
mundial, y para conocer a grandes del boxeo… también fui incluso cronista
deportivo por la radio unos años… toda mi vida terminó girando alrededor del
boxeo.
Rocko escuchó
atentamente cada palabra del anciano; apenas se abrió a hablar de boxeo, sus
líneas se triplicaron, y ahora parecía que incluso sería difícil hacerle
guardar silencio… y no era como si quisiera hacerle callar, esperaba aprender
todo lo posible por parte de un peleador que alcanzó la supremacía en su
categoría, aún si solo fue por un corto periodo de tiempo.
― ¿A qué clase de
figuras del boxeo llegó a conocer? ― Preguntó, incitándole a continuar.
― Bueno, peleé con
Mohammed da…
― ¡ANIMAL, SALVAJE! ¡ME
ATACAN, AUXILIO, AUXILIO! ¡ME AHOGO, AYUDA, AYUDA! ¡CUANDO SALGA DE AQUÍ HARÉ
QUE TE ENCIERREN DE POR VIDA, SOY UNA MUJER MUY PODEROSA!
La historia del hombre
tuvo que ser interrumpida; el inmenso grito le hizo guardar silencio.
Intercambió miradas con Rocko, y ambos salieron corriendo para ver que había
pasado. Mirando de frente por el pasillo lateral, podía a la distancia a una
mujer pataleando en una de las fuentes del patio central del recinto.
―… Hay que ir a
ayudarle, supongo. ― Dicho esto, Rocko corrió, y el hombre, a su paso
acelerado, le siguió.
-Anna, y Samantha-
Anna limpiaba
habitaciones empolvadas y oscuras. Abría puertas y ventanas para que
ventilaran, aspiraba, sacudía, hacía las camas y las dejaba reposar un rato
mientras lavaba el piso con una mezcla de cloro y aromatizantes reducida en
agua. Era la clase de chica a la que no le gustaba en lo más mínimo hacer
tareas del hogar, pobre su madre cada ocasión en que le tocaba ponerla a ayudar
en la casa, y pobre aquel que se cruzaba en su camino una vez se concentraba en
dejar todo brillante; pero esta ocasión, era distinto. Desde que entró al
centro, venía ya con una mentalidad de que más que un castigo, aquí venía a
ayudar y a hacer una buena obra para variar. Sus amigos podían llamarla
ridícula si querían, no le molestaba sentir cierta ternura hacia los ancianos
que vivían en el lugar: arrugados como pasas, tiernos, incomprendidos y
abandonados por sus seres queridos… ellos, definitivamente necesitaban de toda
la ayuda posible, y para la más descarada de las ovejas asesinas, era un honor
tener la oportunidad de hacerlo.
Estaba muy concentrada
ella en el aseo de la habitación 304, cuando empezó a sentir que era observada.
Se volvió hacia atrás, al patio interior que tenía varias bancas en el centro,
y pudo divisar a la razón de su sensación: una viejecita de rostro nostálgico,
con sus cabellos plateados sueltos hasta el hombro le observaba con un dejo de
desesperación.
Curiosa, Anna dejó de
lado sus utensilios de limpieza, y se acercó a ella.
― ¿Le pasa algo,
señora? ― Dijo Anna, en tono amable. ― ¿Desea ayuda en algo? Yo puedo ayudarle.
La viejecita suspiró.
― Te pareces tanto a mi
Octavio cuando era pequeño…
Anna decidió no
ofenderse por el hecho de que se le estuviera comparando: A) con un niño y B)
con un varón. Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa para la mujer.
― ¿Su hijo? ― Preguntó
Anna, paciente.
La mujer asintió.
― Mi hijo, y mi más
grande orgullo. Valiente, caballeroso y servicial desde pequeño.
― La felicito, señora ―
Ana cerró los ojos y le sonrió de oreja a oreja. ― Se ve que le quiere mucho.
― Muchísimo, ¿Cómo no
querer a un hijo que es Capitán de su propio barco?
― Oh, ¿su hijo es
marinero?
― Nada de marinero, ¡es
el capitán del gran Santa Madre! Y de otros más.
Anna asintió, entre
impresionada y pensativa. Ahora, comprendía que tal vez no todos los hijos
abandonaban a su suerte a sus padres aquí por deseos propios; también había
casos en que por sus trabajos, no les queda de otra que dejar los cuidados de
sus viejos en manos ajenas.
Alguien carraspeó a un
par de metros a espaldas de Anna. La chica se dio la vuelta y se encontró con
la mujer que la puso a limpiar en primer lugar. Se encogió de hombros y se
despidió de la viejecita.
― Tengo que volver al
trabajo, ¿le molesta si vuelvo a platicar con usted en un rato? Tengo
curiosidad sobre su hijo… bueno, nos vemos luego…
Y así, Anna volvió al
aseo, esta vez, acompañada y vigilada por la empleada, que temía que la de baja
estatura se distrajera nuevamente de sus tareas por andar socializando con los
habitantes. Al ser dos, la efectividad de la limpieza incrementó, y pronto
terminaron con 4 habitaciones.
― Ya le dije que no voy
a dejar de trabajar de nuevo, Lupita… no tiene porque seguir enojada conmigo
todo el rato ― Suspiró Anna, algo incómoda por la mirada molesta de la
encargada. ― Además, apenas y hablé unos segundos con ella… solo tuvo tiempo
suficiente de presumirme que su hijo era capitán de un barco.
Lupita reaccionó
tensando su cuerpo de inmediato, suspiró, y luego siguió haciendo la cama del
cuarto en que se encontraban.
― ¿Qué fue eso? ―
Preguntó Anna, interesada.
― ¿Qué cosa? ― Evitó
Lupita.
― Eso, te pusiste tensa
por lo que dije.
― N-no es cierto…
― Si lo hiciste.
― Que no.
― Que sí.
― Que no.
― Que sí.
― Que no.
― Que no.
― Que sí. ¡Maldición!
― ¡AJA! ― Anna la
señaló con su pulgar, acusadora. ― Caíste ante la infalible técnica de
“temporada de patos”. ¡Ahora, habla!
Lupita suspiró, y tomó
asiento en la cama, mirando al techo en señal de “estoy recordando una historia
triste”.
― A Samantha, la
trajimos aquí porque fue abandonada por su hijo hace 5 años. El hombre se cansó
de ella, y fue a dejarla a su suerte en un centro comercial de esta ciudad aún
cuando ellos vivían en Oklahoma. Le dijo que ahora era capitán de un barco
falsamente, para excusar su abandono, le dijo que volvería por ella cuando su
barco regresara a tierra firme y que le esperara fielmente… por supuesto todo
esto es mentira… el hombre simplemente, por lo que pudimos averiguar, se casó
con una mujer joven y ahora vive en Nevada, sin arrepentimientos por librarse
de su propia madre.
― Eso es… ― Anna apretó
sus puños y endureció la mirada… se sintió identificada con Samantha; pues a
ella, también le habían fallado con falsas promesas de volver... a su mente,
vino el retrato de su padre antes de partir, y sintió odio, y decepción al mismo
tiempo. ― Terrible…
― Lo peor… es que
Samantha piensa que su hijo en verdad es una persona noble y tierna que tuvo
que dejarla solo porque era estrictamente necesario… e incluso ahora, no hay
día en que no pregunte si su hijo ya ha regresado de su travesía por el mar…
incluso 5 años después… ― Lupita bajó la mirada. ― Las personas mayores… son
como niños en este estado… no tienen
otra esperanza que los sueños que les prometen sus seres queridos… y eso, por
muchas buenas atenciones que brindemos aquí las empleadas, o los alumnos de St.
Mary, es algo que nunca podremos cumplirles… y que en la mayoría de los casos,
como en el de Samantha, jamás se cumplirán… ella, morirá abandonada por su
propia familia, y ni siquiera puede saberlo.
Anna bajó la mirada…
¿qué era ese sentimiento en el pecho? ¿Qué hacía con él, y como podía hacer que
acabase? Sus pensamientos pronto, fueron interrumpidos.
― ¡Lupita! ― Exclamó
una empleada, llegando a la entrada de la habitación. ― ¡Alguien ha olvidado
cerrar la puerta!
― ¿Alguno se ha salido?
― Preguntó rápida y efectiva Lupita.
― Aún no estamos
completamente seguras, pero no hemos visto al señor Tommas, A Gary y a Samantha
por aquí…
Con el dedo, Lupita
indicó a Anna que le siguiera. Ni tardas ni perezosas, corrieron hasta la
entrada del recinto, y salieron a la calle.
― Tú ve por esa
dirección ― Lupita señaló a la izquierda. ― Avanza hasta 4 o 5 calles y si no
les encuentras, regresa aquí y espérame.
Dicho esto, Anna
obedeció, trotando veloz y mirando de un lado a otro conforme iba entrando en
el área residencial de las calles. Su corazón latía velozmente, pues sentía
pánico de que uno de los habitantes en serio llegase a perderse, o que algo le
pasara estando fuera.
Suspiró de alivio, tan
profundamente que sus pulmones se llenaron de aire para luego liberarse en un
parpadeo, cuando vio que Samantha, la misma viejecita con la que había hablado,
se encontraba recargada sobre un automóvil, mirando hacia la autopista, con los
autos pasando a toda velocidad.
― ¿Qué hace aquí,
Samantha? ― Preguntó Anna, recargándose a su lado.
― Es que, estando ahí
dentro mi hijo no va a saber donde estoy cuando venga a buscarme… si lo espero
aquí, va a verme y va a venir por mí.
A Anna se le rompió el
corazón. ¿Qué se suponía que le dijera a la mujer? ¿Qué su hijo era en realidad
un patán que le había abandonado? Podía ser directa en la mayoría de las
situaciones, pero había otras, en especial aquellas donde los sentimientos de
una pobre viejecita estaba implicada, en que era mejor guardar silencio y
pensarse las cosas con más tranquilidad.
― ¡¿Qué haces aquí,
vieja tonta?! ― Gruñó de pronto alguien a sus espaldas. Anna y Samantha
volvieron la mirada de inmediato, y vaya sorpresa: un viejo arreglado con traje
caminaba furibundo hacia Samantha. Lo más curioso del viejo, era que iba
acompañado de Zack. ― ¡Todos te están buscando, tonta!
― Estoy aquí, esperando
a mi hijo. ― Respondió Samantha, en tono digno y dándole la espalda al viejo. ―
Contrario a ti, Sheep, yo si quiero a mi hijo.
― Tonta, ¿y qué te
piensas que tu hijo te quiere de vuelta? ― Replicó el hombre, en tono de
fastidio. ― ¡Te lo he dicho miles de veces! Eso de ser capitán es una mentira,
¡he escuchado a las empleadas hablar de ello muchas veces! Te abandonó a tu
suerte en un centro comercial.
― ¡No te atrevas a
hablar mal de mi hijo solo porque el tuyo te dejó aquí! ― Agatha gruñó, dejando
a notoriedad el amor que sentía por su retoño, por muy infame que este fuere.
Anna se volvió con
violencia a Zack, y le encaró.
― ¡Oye, Zack, controla
a esta bolsa de cuero de una buena vez! ― Le ordenó, enfurecida por las cosas
hirientes que decía.
― ¿Eh? ― Zack se
sorprendió por la molestia de su amiga. ― Pero es que…
En ese momento, una
fuerte explosión, seguida por una marea de humo proveniente del lejano hogar de
retiro acalló los gritos que se llevaban a cabo. Anna y Zack intercambiaron
miradas.
― ¡Vamos! ― Ordenó
Zack, arrancando a toda velocidad.
― S-sí ― Anna le
siguió. ― ¡No se queden ahí, vengan!
Y así, Anna, Zack,
“Sheep”, y Samantha, emprendieron su regreso a St. Mary para ver de qué se
trataba esa explosión, y para ayudar, de ser necesario.
-Junior y Panchito-
La sala de estar de un
hogar de retiro debe de ser uno de los lugares más tranquilos del mundo. Era un
sitio muy iluminado, con una serie de ventanas largas en las paredes posteriores
al área del techo, e incluso había un tragaluz en el mismo, pero este se
encontraba cerrado. Las paredes estaban pintadas de un sereno color crema,
había una gran televisión lcd al centro, sintonizando el canal de clásicos, un
par de ventiladores refrescando el cálido clima veraniego texano, y decenas de
hombres mayores sentados alrededor de la televisión. Algunos hablaban en los
sillones a los costados, y un par se limitaban simplemente a “estar” ahí, casi
inertes, sin expresión alguna.
Para una persona como
Junior, queremos decir, una persona animada, hiperactiva, intensa… este
ambiente le parecía algo erróneo… ¿Quiénes se creían esos sujetos viejos y
acabados para quemar sus últimos cartuchos de vida alrededor de una televisión,
en vez de usar la asombrosa mesa de pingpong que adornaba el centro de la
habitación, con paletas nuevas, aún en su empaque y una serie de llamativas
pelotas de colores en las mismas condiciones?
― ¡Ancianos, me molesta
que tomen esa actitud, paren! ― Exigió el rubio, sacudiendo a uno de los que
tenía más cerca. ― ¿No están ya muy viejos para ser viejos? ¡Dejen que sean los
niños obesos de nuestro hermoso país en decadencia los que carguen con la
difícil tarea de quedarse mirando la televisión por horas! Nosotros, como ancianos
ya a punto de morir ― Dramatizó, tocándose el pecho con pesar. ― ¡Tenemos que
vivir! ¡Tenemos que hacer, dar, recibir, vivir nuestros últimos días con
dignidad, ¿quién está conmigo?!
Ni una sola alma en la
sala de estar respondió. Algunos, se le quedaron viendo extrañados, otros le
ignoraron, un par más gruñeron por todo el ruido que generó el muchacho… pero
nadie se tomó la molestia de responder a su pregunta.
― Un momento… ¿esto en
verdad está pasando? ― Se llevó las manos al rostro, esbozando un gesto de
terror. ― ¡¿HE SIDO IGNORADO?!
Nunca antes le había
pasado. Claro, mucha gente había intentado pasar de él; pero su personalidad
tan inflamable, era prácticamente imposible de eludir; ¿algo estaba haciendo
mal? O tal vez… ¿eran los viejitos los que algo estaban haciendo mal? Sí, eso
debía ser.
― Ustedes, bellacos, me
han ignorado y exijo saber por qué lo hacen. ― Se llevó las manos a la cintura,
inconforme. ― ¡Exijo que me hagan caso!
Parecía que los viejos
iban a volver a ignorar al rubio despistado, cuando un viejecito encorvado, de
apenas 1:20 de altura, con un bastón y un sombrero de bombillo entró a la
habitación.
Era simpático su
aspecto, era enternecedor, era… la criatura más bella que Junior haya visto
jamás.
― ¡Parece un perrito! ―
Exclamó, al momento en que caminaba hacia él. ― Buenas noches, soy Junior y
usted es Panchito.
El hombre, de muy
avanzada edad, no pudo escuchar lo que el chico le decía. Y tal cual revelaban
sus enormes lentes de fondo de botella, su vista tampoco era precisamente su
sentido más bien mantenido a lo largo de los años. Aún así, se percató del
rubio acercándose a él, y tembloroso cual su edad obviaba, estrechó su mano.
― Mucho gusto ― Susurró
el viejecito, en un dialogo que apenas él pudo haber escuchado. Junior leyó sus
labios y le abrazó.
― Oh Panchito, no sé
cómo, pero tú tienes que venir a casa conmigo.
El señor, en un efecto
retardado, se estremeció lentamente, pero no pudo oponer resistencia alguna. Y
aunque fuera por parte de un entero desconocido, una muestra de afecto, en una
vida tan solitaria como la que vendría llevando desde sabrá Dios cuanto tiempo,
siempre vendría positivamente por muy extraña que esta fuese.
Junior se separó de él,
y sonriente, se inclinó para estar a su altura.
― ¿Qué le trae por
aquí, Panchito? ¿Tiene ganas de jugar pingpong? No me lo tome a mal, pero la
mesa es más alta que usted, necesitaríamos ir por las escaleras.
El hombre dijo algo,
pero Junior no alcanzó a escucharle. Acercó la cabeza aún más a él, pegando su
oreja a su boca.
― ¿Qué dijo, Panchito?
― Factor. ― Fue lo que
alcanzó a escuchar el rubio.
― ¿Factor? ¿Habla usted
de que quiere ver Fear Factor, el programa más infartante de toda América? Es
un poco extremo para alguien que ya está más cerca del arpa que del piano,
¿¡pero quien rayos soy yo para juzgar sus gustos!? Vamos a decirle a los otros
viejos que quiere cambiar el canal.
Junior tomó la mano de…
Panchito, y se dirigió hasta los sillones delante de la televisión. Donde los
viejos, prestaban atención a una vieja emisión de los 3 chiflados. Uno de
ellos, se percató de la presencia de Junior y de su acompañante, y se volvió a
él con rostro impaciente.
― Buenas señor
venerable anciano. Mi súper amigo Panchito quiere ver Fear Factor, ¿le cambian
de canal o son apretaditos?
― ¿Qué cosa? ― Preguntó
el anciano, exagerando un gesto de confusión.
― Fear Factor, ya sabe,
el programa más extremo de toda la televisión. Casi tan extremo como ver el
programa de Laurita en América y tomar un shot de tequila cada vez que dice
“desgraciado” o que alguien en el escenario es golpeado.
El anciano se le quedó
observando a Junior, estoico por severos segundos, y luego sacudió la cabeza,
en negación.
― Creo que ya sé lo que
está pasando, estás muy confundido… todos los días a esta hora, John, ese a
quien tú llamas panchito, viene a quejarse de que tiene frío, y pide que por
favor enciendan el calefactor.
Junior asintió,
comprendiendo.
― ¡Ya veo! ― Suspiró,
aliviado. ― Honestamente, tenía miedo de que colgara los tenis mientras veía su
programa. Entonces solo debo encenderle el calefactor, ¿no? ¿Dónde está?
― ¿ESTÁS LOCO? ― Gritó el viejo. ― ¡Es verano en Texas, hace
un calor de los mil demonios!
― Pero Panchito tiene
frío…
― ¿Y eso qué? ¡Todos
los demás tenemos calor! Ahora deja de molestar.
Sin dar tiempo a una
réplica, el anciano dio por terminada la conversación girándose a la televisión
nuevamente, dejando así, una mente como la de Junior, libre de hacer y deshacer
a su gusto y antojo.
Tomó a Panchito entre
sus brazos, y huyó de la sala de juegos. El hombre, con apenas fuerzas para
mantenerse de pie y vivir en las últimas, no tuvo de otra que dejarse hacer.
― ¡No importa que haga
calor, Panchito! Si tienes frío, yo encenderé el calefactor por ti aunque sea
lo último que haga, o mi nombre dejará de ser Jos… ― Se detuvo de golpe, en paso y dialogo. Sus
ojos tildaron, alterados notoriamente por lo que casi estuvo a punto de decir. ―…
¡Junior, Mc Hannigan tercero! ¡Ese es mi nombre! … ese es mi nombre…
Sacudió su cabeza, un
tanto confuso, y luego siguió su camino, como si nada extraño se hubiese
cruzado por su mente.
Acompañado por su nuevo
amigo, Panchito, Junior buscó en todas las habitaciones disponibles de todos
los edificios, buscando algo que pudiese parecer un calefactor. Finalmente,
pudo encontrar en el sótano (donde usualmente van estos armatostes, sino es en
el techo) al artefacto deseado. Puso a Panchito cuidadosamente en el suelo, y
le habló con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
― Escucha Panchito, iré
a buscar leña para encenderte la cosa esta, mientras tanto, va a ser tu deber
vigilar que nadie se atreva a robarte. Recuerda que ahora eres mi compinche,
cuate.
Dicho esto, Junior se
emprendió hasta el área sur del centro, donde había una especie de cabaña
apartada que servía de bodega para herramientas, pinturas y demás. Antes de
entrar a la sala de estar, hacía ya un rato, Junior pudo observar como
ordenaban a Rocko a cortar leña aledaño a dicha bodega; entonces, para él fue
cosa sencilla acercarse a hurtadillas a donde su compañero, tomar varios leños
cortados de la pila y luego escapar bailando como una bella y graciosa
mariposa.
Regresó al sótano,
donde Panchito, increíblemente le había estado esperando. Pacientemente,
sentado en un banco de madera viejo que había al lado del aclamado calefactor,
Panchito esbozó una leve sonrisa cuando vio al aleatorio joven regresar con los
brazos llenos de trozos de leña.
― ¡Qué me pongan
sombrero y me digan vaquero entonces, Panchito! Ha llegado la hora de calentar
este maldito lugar, ¡40 grados no es suficiente para los extremos como tú y yo
que buscamos un sauna impresionante!
Sobran explicaciones,
supongo que con un calentador eléctrico, un montón de leña y fuego resultados
muy inesperados no pueden presentarse… de hecho, vamos a ahorrarnos las
explicaciones evidentes, y pasemos a los hechos: el calentador estalló
estruendosamente por un cortocircuito, provocado por el fuego. La leña en
llamas, estalló por el sotano y dejó todo el lugar cubierto de diversas
llamaradas. En menos de 5 minutos ― en los que Junior, infructuosamente trató
de apagar todo ― el sótano quedó inundado de un malsano humadero.
―… de acuerdo, lo
admito ― dijo Junior, encogiéndose de hombros. ― Esta no ha sido mi idea más
brillante. Pero, ¡la vida sigue Panchito! Ahora, ven, nos vamos de aquí
esperando que nadie nos encuentre culpables.
El chico rubio cargó al
anciano en sus brazos y huyó del lugar conforme el fuego se propagaba.
Hasta ese instante,
Mike se perdía en los ojos de Terry, Rocko y el “Huracán” ayudaban a Lady Agatha
a levantarse después de caer en la fuente y Anna sostenía una charla de empatía
personal con Samantha… pero, ¿qué hay de Zack? Sabemos que tuvo un encuentro
con Anna y Samantha al final de su historia pero… ¿también tiene algo que
contar?
-Zack y Gary Sheep-
― ¡Al carajo este
lugar, y al carajo los viejos! ― Maldecía Zack, mientras era llevado a la
fuerza hasta las bodegas por una de las empleadas, que le dedicó una mirada de
disgusto. ― ¡¿QUÉ?! Usted trabaja aquí, ¡debe de odiarlos más de lo que yo lo hago!
― Si tanto odia ayudar
a las personas necesitadas, al menos no haga daño. ¿Es por eso que está aquí,
no? Por dañar personas, y este es su castigo.
― Canté a un montón de
colegialas desnudas, gran cosa ― Menospreció, mientras entraban a una gran
bodega, llena de latas, refrigeradores y despensas varias amontonadas a los
costados. ― ¡y no se atreva a sermonearme, mujer de iglesia, que si de actos
inmorales a menores de edad hablamos sus sacerdotes llevan las de perder!
La mujer puso los ojos
en blanco.
― Cállese y haga lo que
le voy a decir sin hablar mejor: acomode TODO lo que hay en este costado,
dentro de las alacenas y los refrigeradores. Las latas van en las alacenas por
grupos, y debes de fijarte bien en las fechas de caducidad, lo que ya esté caduco
debes de tirarlo a la basura. ¿Entendido?
― ¿Al menos puede poner
música o algo para…
La mujer ni le dio
tiempo de terminar, cerró la puerta de un portón. Evidentemente ella no sería
nunca la mayor admiradora del siempre polémico Zack Mosh.
― ¡Con esa actitud no
va a conseguir esposo, vieja bruja! ― Resopló, malhumorado. Y se dio la vuelta
para observar las latas y costales con alimentos. ― Bien, será mejor comenzar…
Tomó una lata de
frijoles, revisó la fecha de caducidad y luego la puso en una de las alacenas.
Hizo como que se limpiaba el sudor de la frente con un brazo y suspiró,
agotado.
― Bien, ahora un
descanso ― Dijo, tumbándose sobre un costal de croquetas. ― ¿Quién dijo que no
podía tomar una siesta? Esto es un hogar de descanso después de todo. Además…
¿Quién demonios dona un costal de croquetas a un hogar de ancianos? Ni siquiera
he visto un perro por aquí.
Sin decir más, cerró
los ojos y se quedó dormido, despreocupado de todo, como acostumbrados nos
tiene a todos. ¿No odian ni siquiera un poco a esa clase de personas relajadas
que pueden hacer lo que les plazca sin pensar o temer en las represalias? En lo
personal, de haber estado presente en ese momento, me hubiera encantado
lanzarle esa lata de frijoles que recién colocó en la alacena.
― ¡Oye, chico! ―
Escuchó que le llamaban.
…
― ¡Te estoy hablando! ―
Volvió a escucharlo… ¿era su imaginación?
…
― Vaya, si que tiene el sueño pesado ― Bufó la voz. ―
Bien, eso significa que puedo continuar sin temer a que me delate.
…
…
…
…
…
No fue hasta 5 minutos
después que Zack abrió los ojos. Adormilado, miró a su alrededor, no había
nadie en su campo primario de visión.
― ¿Lo habré imaginado? ―
Se preguntó. Y casi de inmediato su pregunta se contestó sola, cuando un más
que conocido sonido llegaba a sus oídos, era el siempre calmo y constante sonar
de los acordes de una guitarra acústica.
― ¿Qué melodía es esa? ―
Se preguntó, tratando de interpretar los sonidos, toda vez que se ponía de pie
y seguía el sonido, era cercano. Fue entonces, que se percató de la puerta
cerrada al costado de la alacena más grande, en la esquina.
― Tal vez… ― Decía en
voz baja mientras se acercaba. Sujetó la perilla con sus manos, y girándola,
abrió la puerta lentamente.
Vestía un sombrero de
copa, un saco negro de moño con puntadas azules, zapatos muy bien boleados y un
brillante reloj, que sobresalía de su muñeca izquierda. En la mano de la misma,
sostenía un cigarrillo, que luego iría a parar a su boca para reiniciar el
concierto con su bella acústica oscura con vivos verdes a los costados y con
dos alas del mismo color en cada borde del centro.
Sus manos se deslizaban
por sus cuerdas como si la artritis no mermara en lo absoluto el rendimiento de
sus dedos, cada nota, cada acorde, cada detalle de la melodía, lo hacía con tal
arte que a Zack le brillaron los ojos, con apenas unos segundos de observarle.
The warden threw a party in the county jail.
The prison band was there and they began to wail.
The band was jumpin and the joint began to swing.
You should've heard those knocked out jailbirds sing.
Lets rock, everybody, lets rock.
Everybody in the whole cell block
Was dancin to the jailhouse rock.
The prison band was there and they began to wail.
The band was jumpin and the joint began to swing.
You should've heard those knocked out jailbirds sing.
Lets rock, everybody, lets rock.
Everybody in the whole cell block
Was dancin to the jailhouse rock.
― ¡Jailhouse rock! ―
Exclamó Zack, apenas se percató; provocando que el anciano se detuviera de golpe
para mirarle con sorpresa. En un reflejo de sorpresa, lanzó el cigarrillo lejos
y abrió los ojos como platos al verse descubierto tan pronto.
― Eh… esto… es… n-no
estaba haciendo nad…
― ¡No puedo creerlo,
usted sí que sabe tocar!
― Por supuesto que sé
tocar ― Gruñó, quitándose la correa de la guitarra de encima para mirarle. ―
¿Ves esto? ― Señaló su instrumento. ― Es Dulcinea, quien tiene una de estas,
debe saber tocarla en verdad, o no es digno.
Zack analizó el
instrumento.
― ¿Puedo? ― Preguntó,
extendiendo los brazos.
El viejo ladeó la
mirada.
― ¿No escuchaste lo que
te acabo de decir?
― También yo toco la
guitarra ― Repuso el muchacho. ― Y debo decir que soy bastante bueno.
― Entonces comprendes,
chico… ¿tú le prestarías tu guitarra a alguien que acabas de conocer?
Zack pensó seriamente en las palabras del
hombre, y finalmente esbozó una sonrisa.
― Tiene razón. Hola ―
Extendió su mano. ― Soy Zack Mosh.
― Gary Sheep. ―
Respondió el hombre, extendiendo su mano por igual. ― ¿Eres nuevo en St Mónica?
No te había visto con toda la bola de ñoños que estudian ahí.
― No estudio ahí, en
realidad me trajeron aquí como castigo a mí y a mis amigos, debemos pasar
tiempo en este maldito lugar lleno de…
― Muerte, aburrimiento,
soledad y depresión ― Interrumpió el hombre al instante, haciendo que Zack
quedara boquiabierto. ― Así es por aquí, te hablan de un sitio de descanso para
los sirvientes de dios, pero no te dan más que medicinas para tenerte atontado
todo el día, y una cama en una habitación horrible en la que morir más temprano
que tarde.
― ¡Eso es exactamente
lo que yo pienso de este lugar! Y debo decir que me sorprende que alguien como
usted piense de la misma forma que yo.
― No todos somos
vejestorios que nos hemos resignado a morir aquí, muchacho… algunos, como yo,
aún deseamos vivir… ― Dijo mientras caminaba hacia su cigarro en el suelo.
Desgraciadamente, ya estaba apagado. ― Demonios…
Zack sacó una cajetilla
de su bolsillo, y abriéndola, le ofreció tomar uno al anciano.
― Sírvase, Señor. ―
Sonrió.
El hombre sonrió al
igual que él, y tomándole la palabra tomó un cigarro.
― ¿Puedo tomarte dos? ―
Preguntó, ilusionado.
Zack dudó. ¿Cuánto le
habría tomado al hombre conseguir aquel cigarro que había tirado al piso?
Conociendo los términos de los asilos, seguramente habría estado ocultándolo
tal vez por semanas.
― ¿Sabe qué? Tome la
cajetilla entera. ― Dijo el muchacho, guardando la cajetilla sobre el bolsillo
del saco del hombre.
― Gracias. ― Dijo el
sujeto agradecido. ― Otra cosa, no me hables de usted que me haces sentirme un
abuelo… puedes llamarme Gary.
― De acuerdo, Gary. ―Aceptó
el muchacho, que ya tenía una impresión positiva del anciano. ― A cambio, me
gustaría saber donde aprendiste a tocar así… lo haces mucho mejor que un
aficionado.
― Bueno, eso se debe a
que…
Gary guardó silencio de
golpe debido a que una de las trabajadoras abrió la puerta principal de la
despensa. Zack, a sabiendas de que el anciano se encontraba ahí de forma
ilícita, rápido salió del cuartito cerrando la puerta tras de sí, para mirar a
la mujer.
― H-hola ― Saludó Zack.
― Estaba acomodando unas…
― ¿No has visto a una
internada alta y muy delgada con cabellos canos y lentes, a un viejito muy
chiquito, o a un señor con bigote y mucho cabello blanco?
La última descripción
era sin duda la de Gary Sheep, Zack esbozó una sonrisa.
― No, no he visto a
ninguno de ellos. Lo siento.
La mujer frunció el
ceño.
― Ya veo. Sigue en lo
tuyo. ― Dijo, dándose la vuelta y dejando la habitación.
Zack suspiró hondo,
luego abrió la puerta para volver a donde estaba Gary.
― Te están buscando allá
afuera. ― Fue lo primero que dijo.
Gary no reaccionó a su
comentario, tenía una mano en su barbilla y con el gesto serio, se concentraba
en sus pensamientos.
―… creo que esa tonta
volvió a salirse… ― Dijo, suspirando con pesadez.
― ¿Q-qué? ― Zack ladeó
la cabeza. ― ¿Hablas de esa mujer que buscaba la empleada?
Gary asintió.
― Ella misma. Tiene la
costumbre de dejarse llevar por sus sentimientos y hace tonterías… ¡debemos ir
a buscarla!
Zack asintió.
― Entendido, pero
debemos salir con cuidado, no queremos que te descubran ya que al parecer
también te buscan.
― ¡Bah! Hijas de burra,
solo quieren encerrarme en ese maldito cuarto con ese estúpido respirador y sus
píldoras y demás basuras. Por suerte, conozco un camino oculto que nos llevará
fuera.
― Espera ― Zack le
miró, extrañado. ― ¿Respirador?… Gary, ¿tú no…
Pero el hombre,
evitando responder al muchacho, echó a caminar fuera de la bodega, haciendo
señas con las manos, incitándole a dejar la charla para más tarde, y echar a
andar.
Nuestro protagonista se
encogió de hombros y siguió al anciano ocultándose tras los árboles por los
bordes de la barda que rodeaba todo el centro. Una vez llegaron al área de los
cuartos al sur, Gary levantó una cerca que guiaba al jardín trasero, donde
Rocko cortaba leña en compañía de un anciano que Zack no conocía. Por un
momento, el muchacho pensó en llamar la atención de su amigo, pero prefirió
finalmente no hacerlo al no ser él el líder de la operación.
Caminaron por los
costados del jardín con riesgo a ser descubiertos ya que era campo abierto, no
obstante el tramo fue corto, y pronto estuvieron en el ala oeste del asilo.
― Debemos pasar por
aquí… ― El hombre metió a Zack por una de las habitaciones dándole un empujón,
al parecer, era el depósito de medicamentos, ya que por dentro había una cerca
con la puerta cerrada por un candado apenas entraron. Cruzaron a oscuras por un
pasillo aledaño, bajaron unas escaleras hasta lo que a Zack le parecía el
Sótano.
Por alguna razón, había
un ancianito chiquito y arrugado de lo más simpático al lado del calentador,
miraba a la que era la puerta principal del sótano como si estuviera esperando
fielmente a alguien.
― ¿Tommas? ― Preguntó
Gary, mirando al viejecito extrañado. ― ¿Cómo llegaste aquí? ― Se sacudió la
cabeza. ― Ahora no tengo tiempo para esto. Escucha, espérame aquí, vendré a
sacarte en un momento, ahora debo de ir por la tonta de Samantha.
Dicho esto, Zack y Gary
subieron por la entrada principal del sótano, y quedaron, ya prácticamente a un
costado de la entrada. Zack pudo ver a Anna saliendo del centro con una
empleada. ¿Sería que ayudaría en la búsqueda de la tal Samantha?
Echó a correr, por puro
reflejo; y cuando iba pasando al costado de una fuente de adorno en el patio
central, accidentalmente impactó con el hombro a una mujer que iba caminando en
línea recta, y que por la frondosidad de los árboles, en suma a la gran
velocidad a la que iba Zack, no pudo percatarse a tiempo de que iba directo
hacia un choque.
La mujer terminó
cayendo estruendosamente en la fuente llena de agua, de frente gracias a la
gran cantidad de giros que dio a causa de sus tacones y ropa ajustada de
aspecto fino. Pronto, quedó mojada de cuerpo entero mientras berrinchaba y
pataleaba.
― ¡ANIMAL, SALVAJE! ¡ME
ATACAN, AUXILIO, AUXILIO! ¡ME AHOGO, AYUDA, AYUDA! ¡CUANDO SALGA DE AQUÍ HARÉ
QUE TE ENCIERREN DE POR VIDA, SOY UNA MUJER MUY PODEROSA!
― F-fue un accidente ―
Zack se rascó la mejilla. ― Déjeme ayud…
Gary le tomó del hombro
y negó con la cabeza.
― Ella está bien,
confía en mí. Nuestra prioridad es Samantha, ya vendrá alguien a ayudarle a
ella.
― ¿¡GARY, ERES TÚ!? ―
Gritó la mujer aún pataleando de espaldas en la fuente. ― ¡Maldito salvaje, lo
sabía! ¡Sácame o vas a conocer la peor cara de Lady Agatha!
Pero nadie podía
escuchar sus gritos, al menos no para quienes iban dirigidos los mismos, pues
Zack y Gary ya se encontraban fuera del asilo, mirando en todas direcciones.
― ¿A dónde habrá ido? ―
Preguntó Zack.
― No te preocupes, yo
ya sé a dónde ha ido ― Dijo el hombre, echando a andar por la derecha. ― Es una
tonta, no aprende.
Zack le siguió, y
mientras caminaba a la par con el sujeto, le miraba con cierta empatía. Tal vez
aún era muy pronto para decirlo, pero su forma de ser con los otros viejos del
asilo, en cierto modo le hacían recordar sus modos para con sus amigos. No
siempre era el mejor amigo ni el compañero ideal, pero al final, siempre
buscaba hacer lo mejor para ellos, incluso cuando les hacía meterse en
problemas, siempre lo hacía solo con la intención de divertirlos, y divertirse
a su lado. Tal vez, Gary era igual a él, pero, en una situación completamente
distinta… él ya no era joven, y tampoco podía ser un líder que buscara
únicamente divertirse… ya no eran fuertes y dependientes como antes, ahora, él
también tenía que velar por la seguridad de cada uno ante todo.
― Oye, Gary… ― Murmuró
Zack. ― ¿Eres feliz… en el asilo?
El hombre guardó
silencio por un par de segundos.
― ¿Feliz…? Ah,
muchacho… hace años que esa palabra es lejana para mí. ― Hizo una pausa,
mirando de frente hacia su andar, y con gesto analítico. ― Tal vez soy un poco
feliz cuando me escapo de mi cuarto 5 minutos para fumar y tocar la guitarra, o
tal vez soy algo feliz cuando veo que los ancianos de este lugar me consideran
un líder y una autoridad… pero, mi felicidad, mi verdadera y más grande
felicidad, sucedió toda cuando era libre… no ahora, que soy un prisionero
cuando mi único crimen ha sido vivir mi vida.
Zack bajó la mirada, se
llevó las manos a los bolsillos e hizo un leve puchero.
―…. Y, viviendo tu
vida… ¿fuiste muy feliz?
El viejo soltó una
carcajada.
― ¡Claro que lo fui! ―
Exclamó, sonriente. ― Hice lo que más me gustaba y llegué lo más lejos que
pude. Tal vez no llegué tan lejos como hacía en mis sueños, pero quedé
satisfecho sabiendo que di lo mejor de mí, y que fui alguien.
Palabras que quedarían
muy presentes en la mente de Zack a lo largo de toda su vida, con una
importancia, que ni él, ni nadie, hubieran podido imaginar sino hasta llegado
el momento de tomar la que sería su más grande e importante decisión… pero aún
es muy pronto para hablar de ese momento.
Zack quedó tan
pensativo tras su charla con Gary, que ni se percató de que ya habían
encontrado a Samantha hasta que escuchó el grito de su compañero.
― ¡¿Qué haces aquí,
vieja tonta?! ― Gruñó. ― ¡Todos te están buscando, tonta!
― Estoy aquí, esperando
a mi hijo. ― Respondió ella, notoriamente indignada ― Contrario a ti, Sheep, yo
si quiero a mi hijo.
― Tonta, ¿y qué te
piensas que tu hijo te quiere de vuelta? ¡Te lo he dicho miles de veces! Eso de
ser capitán es una mentira, ¡he escuchado a las empleadas hablar de ello muchas
veces! Te abandonó a tu suerte en un centro comercial.
― ¡No te atrevas a
hablar mal de mi hijo solo porque el tuyo te dejó aquí!
Zack se estremeció por
la crudeza de las palabras que ambos soltaban, y cuando Anna le gritó, se
alteró aún más.
― ¡Oye, Zack, controla
a esta bolsa de cuero de una buena vez!
― ¿Eh? ― Zack se volvió
a la chica. ― P-pero es que…
En ese momento, una
fuerte explosión, seguida por una marea de humo proveniente del lejano hogar de
retiro acalló los gritos que se llevaban a cabo. Anna y Zack intercambiaron
miradas.
― ¡Vamos! ― Ordenó
Zack, arrancando a toda velocidad.
― S-sí ― Anna le
siguió. ― ¡No se queden ahí, vengan!
Y así, todos regresaron
al asilo a paso veloz. El primero en llegar fue Zack seguido por Gary, mientras
que Anna se quedó acompañando a Samantha que era considerablemente lenta
gracias a sus huesos cansados. A la entrada del asilo, estaban todos los
internos que con gesto impresionado observaban la tremenda cantidad de humo
negro que salía de las paredes del que era su hogar. Zack pronto reconoció a
Rocko y a Junior, y se acercó a ellos.
― ¿Qué ha ocurrido?
― Un pequeño incendio. ―
Contestó al instante Rocko, sin voltearse a verle. ― Al parecer un corto
circuito del calentador…
Junior estornudó y pegó
una serie de saltos nervioso. Para Zack, era más que obvia la causa del
incendio con tan solo observar a su mejor amigo.
― ¿Ya sacaron a todos? ―
Preguntó Gary, mirando a su alrededor.
― Así es ― Asintió el
anciano que acompañaba a Rocko. ― Igual ya está controlado el incendio, pero
debemos esperar a que lleguen los bomberos a verificar que todo esté bien para
volver a entrar.
― Por una vez hicieron
un buen trabajo esas empleadas flojas ― Gruñó Gary, provocando una risa leve en
el otro viejo.
Al cabo de un rato,
Anna y Samantha llegaron.
― ¿Ya está todo bien? ―
Preguntó la chica a Zack. Él asintió.
― Están todos de lujo…
y de hecho, creo que nosotros podríamos contribuir a que todo esté mucho mejor…
Anna parpadeó,
perpleja.
― De acuerdo, tengo que
decirte que cuando hablas de esa forma, significa que algo tienes entre manos. ―
La chica se encogió de hombros. ― Y nunca puedo saber qué es.
El chico de cabello
negro tomó a su amiga del hombro y señaló a sus camaradas. Todos, estaban
acompañados de una persona mayor con la que habían entablado una conexión:
Junior tenía a “Panchito”, o Tommas, Rocko tenía al “Huracán Fierro”, ella
misma tenía a Samantha, Mike incluso, se había conseguido a una chica linda
mientras congeniaba con Agatha, y él mismo, tenía a Gary Sheep.
― Creo que han probado
su punto. Desde que llegamos al asilo, fui el único que estuvo en contra al
100% de venir aquí en un plan positivo, y ustedes, en compañía a estas
personas, me han hecho recapacitar… los viejos no son inútiles ni son
aburridos… pueden ser geniales, divertidos y sabios… no son estorbos que vienen
aquí a morir, ni son prisioneros… ellos se merecen mucho más que eso, ¿no lo
crees?
La sonrisa de Anna fue
creciendo a cada palabra de Zack, hasta que le dedicó la más radiante de sus
sonrisas, de sus ojos irradiaba cariño, admiración, satisfacción y orgullo.
― Zack… es lo más
genial que has dicho en toda tu puta vida. Y si que lo creo.
― Entonces ― Cerró los
ojos y se dio la vuelta. ― Comprenderás que en este mismo momento de por
iniciada una importante misión de las ovejas asesinas.
Anna rió leve.
― Está bien, jefe…
¿Cuál es la misión?
―… libertad para los
prisioneros.
― De qué est…
Pero Junior se le
adelantó a Anna, colocándose frente a ambos y dejando bien en claro que había
estado escuchándolos gracias a su enorme sonrisa juguetona.
― Ya tengo todo lo
necesario ― Dijo, mostrándoles un objeto dorado que guardaba en su bolsillo. ― tenemos
transporte.
― La llave del autobús…
― Murmuró Zack, y luego dedicó una mirada a su amigo. ― ¿No habrás hecho todo
este incendio solo para…
― Mira cuate ― Junior
abrazó a Zack por el hombro. ― Puedes preguntarme por las turbias cataratas
canadienses que son mis pensamientos, o puedes darnos la orden y en un parpadeo
estaremos quemando llanta en la autopista para darle a nuestros viejecillos el
mejor día de sus vidas.
El chico Mosh sonrió, y
chocó puños con su amigo del alma.
― ¡Andando!
Apenas terminó de dar
la orden, Junior cargó a Panchito en su hombro como si de un objeto se tratara
y se lo llevó corriendo rumbo al autobús. Anna habló con Mike y Samantha, y
Zack se encargó de hacerle saber a Rocko, a Gary y al Huracán lo que ocurriría.
― ¿Están diciendo que
nos van a regalar un día fuera del asilo y que luego van a aceptar toda la
responsabilidad arriesgándose a ser echados de su escuela? ― Preguntó el
Huracán, desconcertado.
― Así hacemos las cosas
nosotros ― Suspiró Rocko. ― Pero te aseguro algo, abuelo… cuando hacemos una
maldad, la hacemos bien. Así que si te da miedo venir…
― No me hagas reír ―
Dijo el Huracán, poniendo los ojos en blanco y echando a andar hacia el camión.
― Pero que conste que esto es porque nos han secuestrado. Y otra cosa, exijo
que comamos unos buenos tacos al pastor con mucha salsa de camino, tengo tantos
años sin hacerlo que podría comerme mil.
Rocko siguió al hombre,
y se fueron charlando y bromeando. Tras mirarlos un rato, Zack se volvió hacia
Gary y esbozó una sonrisa.
― ¿Vienes con nosotros?
El hombre, abrazó a
Zack por el brazo y echó a andar con él en la misma dirección que el resto.
Delante de ellos ya iba Anna con Samantha, y Mike con Terry y Agatha.
― Es de esas preguntas
que se contestan solas, Zack… tengo curiosidad de ver lo que tienen planeado
para nosotros… ¿en verdad saben divertirse? No me lo tomes a mal pero ese
pelirrojo luce bastante aburrido…
― ¿Mike? ― Zack se
carcajeó. ― Bah, es un tonto. Pero, es algo así como nuestra mascota. Nuestro
“Scooby doo”, digamos.
Mike se acercó a Zack
con su cuaderno, mirándole con molestia.
“Pude oír eso, idiota ¬¬”
Tras mostrar su
mensaje, se fue nuevamente con Terry. Sí que estaba embobado con ella.
Mientras Gary subía por
las escaleras del autobús, un grito inmenso ensordeció todos los alrededores.
Una hilera de sudor helado se recorrió por toda la espalda de Zack, y se dio la
vuelta.
― ¡¿QUÉ CREES QUE
HACEN?!
Era la mujer encargada
que asignó las tareas a cada una de las ovejas, aparentemente la administradora
general del centro. Iba acompañada de la directora Rita, que observaba con
extrañeza a cada uno de los pasajeros del autobús aún apagado. Zack tragó
saliva, y subió el primer escalón del autobús, mirándolas de frente y con los
brazos recargados a los costados.
― Verán, estimadas
trabajadoras del mundo religioso. Este lugar es horrendo, y estas personas son
maravillosas… así, que vamos a secuestrarlas un rato para que vivan como se
debe antes de que tengan que volver a estar encerrados.
― ¡VAN A PAGAR POR
ESTO, PRESENTAREMOS ACCIONES LEGALES! ― Dijo la mujer enfurecida, mientras que
la directora Rita seguía mirándoles, notoriamente impresionada.
― Estamos preparados
para eso y más, señoras. Después de todo, somos las ovejas asesinas. ― Guiñó un
ojo, y se sentó en los escalones. ― ¡Enciende esto y vámonos, Junior!
― ¡TANTAS HORAS DE
MARIO KART FINALMENTE SERVIRÁN DE ALGO! ― Dijo el chico mientras encendía el
autobús y cerraba la puerta corredisa.
― Espera ― Zack se
volvió a él con pánico. ― ¿Jamás has…
Zack ya no pudo hablar
más, pues fue sacudido por el tremendo arrancón en reversa que pegó Junior,
para luego salir en línea recta a toda velocidad con rumbo a la autopista.
Luego de un poco de
práctica, y de unas cuantas lecciones de conducción por parte del señor Fierro
a Junior, finalmente el grupo entero podía darse el lujo de sonreír y de
disfrutar del paisaje y del viaje. Zack miraba desde su asiento los rostros
sonrientes de sus amigos, y de los ancianos acompañantes. Todos charlaban, debatían
sobre las cosas que querían hacer en este día de libertad; que si ir al parque,
que si ir al cine, que si comer tacos o hamburguesas, y demás… fue inevitable
para el chico esbozar una gran sonrisa de satisfacción personal. Era la primera
vez en mucho tiempo que hacía algo tan desinteresado, y sinceramente, se sentía
muy bien.
Gary caminó hacia él, y
se sentó en el asiento de adelante. Cruzando el brazo alrededor del respaldo,
le miró con curiosidad.
― ¿En qué tanto
piensas, chico? ― Preguntó el hombre. ― ¿Temes al castigo que te espera cuando
volvamos?
Zack negó con la
cabeza, acrecentando su sonrisa.
― En realidad, eso no
me interesa… ya que, sin importar lo que pase, mis amigos y yo estaremos juntos
ante todo lo que nos espere… una expulsión, una demanda… sobreviviremos como
equipo, y saldremos adelante.
― Eso es algo muy
cierto, Zack… ― El hombre esbozó un gesto nostálgico. ― Me pareció escuchar
antes, que se hacen llamar las ovejas, ¿cierto?
― Así es, el nombre nos
lo puso Junior, y aunque es algo bobo, al final se nos ha quedado y todos nos
conocen así…
El hombre rió leve, sus
ojos brillaban de la emoción.
― ¿Sabes?... cuando yo
era joven, tenía una banda… bueno, me uní a una banda… su guitarrista se había
roto una mano y necesitaban un reemplazo para un concurso de bandas locales que
se celebraba en El Paso. Terminé uniéndome a ellos como elemento de emergencia,
y aunque tocábamos muy bien juntos, no les agradaba en absoluto, seguramente
porque extrañaban y preferían al otro guitarrista. Una semana antes de la
competencia de bandas, me dieron el dinero de la inscripción y me pidieron de
favor que fuera a hacer la inscripción. No sé por qué lo hice… ― Se detuvo por
la risa un momento, antes de continuar. ― Pero, a la hora de escribir el nombre
de nuestra banda, en vez de escribir “Starcoin” como se llamaba la banda,
terminé escribiendo “Sheepheads”.
Zack soltó una
carcajada.
― ¡¿Sheepheads?!
― ¡Sí! El nombre más
ridículo que se me vino a la mente… yo estaba seguro de que cuando mis
compañeros de banda se enteraran, iban a agarrarme a golpes por payaso y me
echarían… sin embargo, fue todo lo contrario… cuando vieron el nombre con el
que participaríamos, se carcajearon, estallaron de risa por horas enteras… y
gracias a eso, terminamos siendo buenos amigos. Participamos en ese concurso y
ganamos, consideramos que el nombre de Sheepheads nos daba buena suerte, y
comenzamos a tocar bajo ese nombre, y terminamos encariñándonos.
― Es una gran historia ―
Admitió Zack, fascinado. ― Creo que ha sido algo parecido con mis amigos las
ovejas, aunque, no tocamos música y solo hacemos caos… el nombre nos hace
identificarnos, y sentirnos bien al respecto. Algún día, tendré una banda, y
espero que el nombre que tengamos, sea nuestro sello de distinción.
― Eso espero yo
también, Zack… nosotros lo intentamos por años, tocamos juntos hasta que nos
dimos cuenta de que ya éramos muy viejos. Y aunque alcanzamos una pequeña fama
local, jamás pudimos despegar hacia el estrellato… de jóvenes, fantaseábamos
con ver “Sheepheads” en los cartelones gigantes de los más grandes escenarios y
estadios de todo el mundo, y tristemente ese momento nunca llegó.
― Entiendo… ― Zack
desvió la mirada, pensativo. ― Dime, Gary… ¿qué ha sido de todos los Sheepheads
originales?
Mientras el autobús avanzaba,
rumbo a un destino aún incierto, pero seguramente fascinante, el sol dibujaba
sombras alrededor de la ciudad que vio nacer a Zack Mosh, y que a su vez,
guardaba aún tantas historias del mismo y de sus seres cercanos.
(2011, Los
Ángeles)
― Y ese es el final de
mi historia. ― Dijo, respirando hondo. Tomó su vaso de café entre ambas manos y
bebió lentamente con los ojos cerrados y un gesto sereno dibujado en el rostro,
a la espera de nuestras reacciones.
― ¿E-eso es todo lo que
contarás? ― Fui yo la primera en hablar, me temblaba el labio. ― ¿No vas a
decirnos que hicieron con los viejitos ese día?
― Los llevamos a bailar
a la plaza de los viejitos, jugamos cartas, comimos, y fuimos al zoológico.
Quedaron rendidos luego y tuvimos que regresar al asilo apenas dieron las 8.
― Y… ¿qué pasó con
ustedes? ― Esta vez fue Ben quien preguntaba. ― ¿Los demandó el personal del
asilo? ¿Los expulsaron de su escuela?
Zack sonrió.
― Nada de eso. Digamos,
que la directora Rita no es tan mala después de todo, y que ella pensó lo mismo
de nosotros mientras secuestrábamos a esos ancianos.
― Es una historia
fascinante… ― Solté, inspirada por el relato de Zack. ― nunca imaginé que tú
llegaras a establecer conexiones sentimentales con una persona en un asilo…
¿volvieron a verlos después de ese día?
― Cumplimos nuestra
condena, y aún seguimos visitándolos dos veces a la semana hasta que nos
graduamos… bueno, yo dejé de ir un poco antes cuando Gary falleció.
Nos estremecimos,
inmediatamente busqué en su rostro algún sentimiento reprimido al respecto,
pero había calma en su mirar.
― Él vivió al máximo,
así que está bien. ― Explicó, sonriente. Luego, se dirigió directamente a la
principal oyente de la historia, que hasta el momento había permanecido estoica.
― ¿Qué te ha parecido mi historia, Kina?
Kina Milán, la razón
principal por la que Zack relató la historia, se cruzó de brazos y cerró los
ojos, suspiró hondo y luego encaró a Zack, desafiante.
― ¿Deseas llamar
Sheepheads a nuestra banda para rendir tributo a un anciano?
¿A eso reducía toda la
gran historia que recién habíamos escuchado? ¿A un simple tributo? No podía
comprender si Kina era fría, o simplemente cruel. Zack puso un rostro serio a
su pregunta, tensando un poco sus mejillas y su ceño. No obstante, terminó
encogiéndose de hombros.
― Para nada. Él está
muerto, no puede ser un tributo si no puede sentirse honrado por él. Más que
eso, yo lo veo como un amuleto… Sheepheads le trajo buenas cosas a él y a su
banda, y me gustaría que Sheepheads me traiga cosas mucho mejores a mí y a mi
banda. Quiero adoptarlo, y darle mi propio concepto… quiero ser Sheepheads,
Kina. Quiero que seamos Sheepheads.
Kina entrecerró los
ojos con gestura analítica, y finalmente tras varios segundos de tensa
incertidumbre, torció una sonrisa y se puso de pie.
― Voy a pensarlo ― Se
encogió de hombros. ― Tenemos ensayo a la noche, no lo olvides.
Zack esbozó una gran
sonrisa de satisfacción, a sabiendas de que nuevamente, su gran capacidad de
expresarse, le habían dado lo que quería; y en este caso, lo que quería era que
al menos Kina lo considerara.
― Está bien ― Dijo el
chico. ― Pero, tendré que irme temprano… voy a pasar la velada con mi mujer.
Una fuerte punzada
golpeó mi espalda… por un momento, olvidé que Zack estaba casado con Ellie,
Ellie Mosh.
Bajé la mirada. De esta
forma, el tiempo pasaba más rápido. Técnica infalible que aprendí desde niña:
bajar la mirada, cerrar los ojos, y esperar a que se vayan el miedo y la
desesperación.
Kina fue la primera en
despedirse, minutos más tarde, Zack hizo lo mismo: Me dio una palmada amigable
en la espalda y se fue diciéndome lo mismo de siempre:
― Hasta mañana.
Nada especial.
Cerré el café junto a
Ben, tomé mis cosas y me adelanté para tomar mi autobús tras despedirme de él
con la misma sonrisa de siempre. Me siento orgullosa de esa gran capacidad que
tengo para sonreír y actuar alegre todo el tiempo… y no soy como todas esas
chicas pretenciosas que alegan sonreír cuando están tristes en realidad, y que
nadie sabe que por dentro sienten que se mueren, no señor… yo, Ruth, tengo más
de 9 años sonriendo más por necesidad que por realmente desearlo.
Desde que era una niña,
nunca nada fue mío, nunca fui la chica especial de la historia, aquella a la
que se le cumplían sus anhelos. Pronto, comprendí que la única forma de hacerme
con una realidad, era dejar de soñar… de nada servían los cuentos, de nada
servían las ilusiones… pronto, tuve que hacerme a la idea de que el mundo era
un lugar duro, y que para alguien en mis condiciones, la sobrevivencia dependía
únicamente de ser fuerte.
No es que oculte quien
soy para protegerme, no es que me avergüence de mi pasado, no es que huya de
los fantasmas que aún me siguen a donde quiera que voy… lo que ocurre en
realidad, es que aún no estoy lista para hacerle frente a todos los asuntos
pendientes que me quedan… aún no soy tan fuerte, aún el peso a mis espaldas es
demasiado para cargarlo por mi cuenta.
Y luego viene él, a hablarme de sueños, esperanzas,
aspiraciones y deseos… “¿Cómo lo haces?” No podía parar de pensar. ¿Cómo una
persona puede ser tan fuerte cuando lo único que hace es apuntalar a lo más
alto? Se lo dije cuando lo conocí… no me convencía su estilo de querer volar
cuando aún no caminaba, sin embargo, eso a él no le importaba en lo absoluto…
él simplemente decía “yo triunfaré, ya verás”.
Entonces no lo sabía,
pensaba que Zack era un pobre soñador… pero ahora, me doy cuenta que Zack y yo
no éramos tan diferentes… de hecho, no podíamos ser más similares… la única
diferencia entre nosotros, es que yo evitaba lastimarme alejándome de sueños y
fantasías, mientras que él, en cambio, se aferraba a ellas con todas sus
fuerzas, clavándose las espinas en las manos y cerrando los ojos con todas sus
fuerzas para no soltarse jamás… al final, los dos solo aplazábamos un inminente
combate contra nuestro pasado a nuestra manera… el objetivo, era el mismo.
En
una ocasión, Zack me agradeció todo lo que hice por él desde su llegada a Los
Ángeles, y me hizo saber que había hecho más de lo que me creía haber hecho… al
preguntarle de que hablaba, me dio una respuesta inesperada para la imagen que
tenía entonces de él… sus palabras aún siguen presentes en mi mente:
“Solo digamos que no eres la única con una o
dos historias ocultas.”
Ahí
estábamos, él y yo… en su ciudad natal. Él tenía el rostro cabizbajo y susurró
tan bajo que solo él mismo debió haberse podido escuchar, y sin embargo, lo que
dijo llegó a mí… ¿qué es esto, Zack? ¿Qué es esta conexión que tú y yo
compartimos desde que cruzamos miradas por primera vez, en el corredor de
nuestro edificio?
Me recosté en mi cama,
cerré los ojos y me cubrí el rostro con las manos. ¿Qué estaría haciendo él?
Serían las 8 de la noche, tal vez ya había dejado el ensayo con su nueva banda,
y ahora se encontraría con Ella… sonriéndole… besándola… acariciándola y…
Dolor en el pecho.
Inmenso dolor en el
pecho.
Insoportable dolor en
el pecho.
¿Por qué me dolía
tanto? Son casados, están enamorados. Es normal que ellos…
Dolor en el pecho.
¿Por qué, Zack…? ¿Por
qué…?
La respuesta era lógica…
Zack conoció al amor de su vida en su tierra natal, y se casó con ella. ¿Yo? Yo
no era nadie en comparación a Ellie. Solo era una amiga más. Jamás podría
compararme a ella aunque quisiera, incluso si así lo deseara con todas mis
fuerzas, jamás podría ser su primer amor, ya que Ellie…
Dolor.
Mucho dolor.
Demasiado dolor.
Una lágrima resbaló por
mi mejilla.
― ¿Q-qué es esto? ― Murmuré,
acariciando el líquido con las yemas de mis dedos temblorosos. ― Estúpida,
llorando por algo que sabes desde hace más de un año…
Así era, no sé porque
me sorprendía o me dolía; si desde que conocí a Zack así fueron las cosas…
― Zack y Ellie están
enamorados ― Dije con la voz quebrada mirando al techo. ― Zack y Ellie están…
Tocaron la puerta. ¿Quién
podía ser a esas horas? Me limpié el rostro con la parte posterior de mis
manos, y me puse de pie para caminar a la entrada. Mi departamento era un
desastre como de costumbre, pero si era cualquiera de mis visitas habituales no
me avergonzaba que vieran mi falta de orden. Abrí la puerta, y mis ojos se
abrieron como platos al instante, nuevamente mis pupilas se dilataron y se
humedecieron.
― ¿Q…qué haces aquí?
Él acarició mi mejilla,
gentil con su mano fuerte y firme. Luego, con sus dedos duros por tanto tocar
la guitarra, limpió de mi rostro las mejillas con sus pulgares.
― ¿N-no ibas a…
Me hizo callar
colocando su índice sobre mis labios resecos, sonrió levemente y asintió.
― ¿No te lo dije? Pasaré
la velada con mi mujer… tú eres mi mujer, Ruth.
Pude sentir como los
colores invadían mi rostro. Mis rodillas temblaban, mi corazón parecía que
fuese a saltar de mi pecho en cualquier momento, no podía sentir mis manos… y
ese solo era el comienzo de lo que las palabras de Zack me hicieron sentir, y
de lo que siempre me hacían sentir.
― P-pero… hoy no es…
― Estoy cansado de
seguir siempre un horario, y de escondernos… hoy, quiero hacer una excepción. ―
Dijo, entrando a la casa y cerrando la puerta de inmediato. Luego, se volvió
hacia mí y acarició mi barbilla. ― Cierra los ojos.
No pude pensarlo,
simplemente lo hice. Cerré los ojos, nerviosa y temblorosa, sonrojada y
obediente como una boba niña enamorada… pero es que, a su lado, eso era.
Luego, sus labios se
unieron con los míos y liberaron fuegos artificiales en mi interior, mis
sentidos se liberaron, mi tristeza se esfumó, mi soledad me abandonó, mis
fantasmas escaparon, y la habitación entera se iluminó sin que tuviera yo los
ojos abiertos para ser testigo de ello, todo gracias a los labios adictivos y
enérgicos de él.
Me abrazó por la
cintura, se reclinó para quedar a mi altura así que le abracé por la nuca y le
atraje con todas mis fuerzas para sentir su cuerpo cerca del mío. Lo sentía de
nuevo, sentía ese calor latente que su pecho brindaba al mío cuando se unían,
podía sentir la seguridad húmeda que daba cuando con su lengua acariciaba la
hilera superior de mis dientes para luego entrelazarse con la mía, podía sentir
ese enmarañado cabello negro, fuerte y suave del cual podía aferrar mis dedos
mientras me recostaba sobre el sofá… eso y mil cosas más sentía, con tan solo
tenerlo a mi lado.
Justo
como ha sucedido a lo largo de nuestra amplia historia; no podía ser
controlado. Aunque ambos queríamos que se detuviera, no logramos más que
incrementar su fuerza hasta el punto en que ya fue inevitable, y decidimos
dejar de aparentar.
Siempre
pude verlo y sentirlo… al menos desde que intentó besarme por primera vez; pero
en ese momento me dolió y asustó. Traté de alejarme de él completamente en
vano… corrí a su lado de nuevo apenas hubo oportunidad.
Aunque
antes podía verlo y sentirlo, ahora lo vivo… sé que está mal. Cada día su amor
recae sobre mi piel como los rayos del sol, y así como da calidez e iluminación
a mi vida, me quema de culpa y amenaza con consumirme… solo él sabe hacerme
sentir la mujer más feliz del mundo, y la más ruin al mismo tiempo.
Es
ya una rutina, pero nunca se pierden la intensidad y la magia. Admito que estar
con él cuando no deberíamos ha agregado excitación a nuestras noches aún cuando
hace daño a largo y corto plazo en nuestra relación, el agridulce sabor de lo prohibido es un
condimento al cual he terminado aceptando en lo bueno y en lo malo más por
resignación que por gusto propio.
Tenemos
horarios, coartadas, lugares secretos, nombres clave, sincronización… suena muy
complicado para un amorío común y corriente, pero nosotros estamos lo más
alejado de ello; no tendría que ser tan complicado hacer el amor con la persona
que amas, no debería de ser necesario viajar 40 minutos en autobús y caminar
otros 10 para acariciar las finas marcaciones de su cuello o para besar su
pecho y deslizar las manos por su abdomen trabajado.
¿Qué
me ha llevado a perder la dignidad? ¿Qué me ha hecho ser la segunda? ¿La puta?...
me hago estas preguntas diariamente, y cada mañana la respuesta es la misma al
mirarme al espejo: él es hermoso. Es perfecto. Y la única oportunidad que tengo
de tenerlo a mi lado, es siendo su amor clandestino. No pretendo que se me
entienda, ni pido que no se me juzgue, en realidad, ya no me importa lo que la
gente piense… ellos jamás van a entender lo que él y yo hemos vivido y
soportado juntos, nunca comprenderán el lazo que nos une, ni la germinación de
nuestro amor en un terreno árido.
Cada
vez que nuestra canción suena en mi celular, mi rostro se ilumina me encuentre
donde me encuentre. Sé que me espera un mensaje suyo; no recibo llamadas suyas,
lo tenemos prohibido mutuamente para evitar sospechas.
Por
las noches, me cuesta conciliar el sueño sin sus brazos fuertes, cálidos
rodeando los míos y apretándose contra mi pecho, sin su respiración serena
sobre mi cuello, sin sus piernas entrelazándose con las mías… da igual; ya me
he resignado a que en las noches, no es conmigo con quien estará… la razón es
clara… tiene nombre y apellido, y comparte apellido y dormitorio con él.
― Te amo, Zack.
Buaaa ese final... como ya te había dicho alguna vez, me causa cierta tristeza saber el inevitable final de la relación de Ellie y Zack, los últimos párrafos me generaron esa sensación, y me deja sorprendido la actitud de Ruth, se puede ver el amor sincero que nació en ella, con lo que se ve un romance estrellado, pero muy lindo entre ellos dos. Lo hiciste muy bien...
ResponderEliminarMe sentí horrible cuando leí "Jos", la historia de Junior es por lejos mi relato favorito de los tuyos, como relato, es magistral... su historia es terriblemente triste, y le dio un nuevo significado para mi al personaje de Junior.
Ahoooora, sobre Sheepheads! Termina siendo una amena historia, la visita a St mary se convierte en una experiencia muy provechosa para las ovejas, los ancianos muy agradables y curiosos todos.
Brother! Tu escritura es excelente... ¡Encontrarás tus letras! Y así recuperaras el gusto para continuar y terminar esta historia. Y nosotros tus lectores, disfrutaremos leyendo... ¡Animo! ¡Seguiré pendiente de lo que publiques!
PD: Hay un pequeño error en una parte...
― ¡No te atrevas a hablar mal de mi hijo solo porque el tuyo te dejó aquí! ― Agatha gruñó, dejando a notoriedad el amor que sentía por su retoño, por muy infame que este fuere.
Quien habla ahí, es Samantha.
¡Saludos!
Waaaaaaaaa intenso, demasiadooo quiero leer mass qué pasó??? De un momento a otro ya son amantes?! WTF?! Y la historia de los ancianos fue hermosa, un buen regresooo no hagas esperar mucho a tus lectores!
ResponderEliminarsabes lo ke opino de esta reacion ilicita de zack y ruth. no me gusta. pero los parrafos finales me llegaron al corazon.
ResponderEliminarcreo ke lograste lo ke esperabas con este especial, y lograste tambien darle ese toque a la historia ke no sabias como hacerlo. sencillo y agradable de leer, pero profundo ke te deja ese sentimiento de realidad estrellada.
la comedia es notable, como siempre, junior es un maestro XD
espero mas, mucho mas~~